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La disciplina
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más jóvenes, los más desatinados, y hasta para con los extraviados y
rebeldes.
Esta regla guiará al maestro a evitar, en todo lo posible, el hacer
públicas las faltas o los errores de un alumno. Tratará de evitar
reprender o castigar en presencia de otros. No expulsará a un alumno
antes de haber hecho todo esfuerzo posible para reformarlo. Pero
cuando resulta evidente que el alumno no recibe beneficio, y que en
cambio su desafío o indiferencia por la autoridad tiende a derribar
el gobierno de la escuela, y su influencia contamina a otros, es
necesario expulsarlo. Sin embargo, en muchos casos la vergüenza de
la expulsión pública puede conducir a la apatía absoluta y a la ruina.
En la mayoría de los casos en que la expulsión es inevitable, no hay
por qué dar publicidad al asunto. Con la cooperación y el consejo de
los padres, arregle el maestro en privado el retiro del alumno.
Toda escuela una ciudad de refugio
En esta época de especial peligro para los jóvenes, la tentación
los rodea por todas partes, y así como es fácil dejarse llevar por
la corriente, se requiere un gran esfuerzo para ir contra ella. Toda
escuela debería ser una “ciudad de refugio” para el joven tentado,
un lugar donde se traten paciente y prudentemente sus debilidades.
Los maestros que comprenden sus responsabilidades quitarán de su
propio corazón y su vida todo lo que les impida tener éxito en el
trato con los tercos y desobedientes. En todo momento, el amor y la
ternura, la paciencia y el dominio propio deben constituir la ley de
su lenguaje. La justicia tiene que ir mezclada con la misericordia y la
compasión. Cuando sea necesario reprender, su lenguaje no debe ser
exagerado sino humilde. Con suavidad han de mostrar al transgresor
sus errores y ayudarlo a corregirse. Todo verdadero maestro debería
creer que, si ha de errar, es mejor errar del lado de la misericordia
que del de la severidad.
Muchos jóvenes a quienes se cree incorregibles no son de co-
razón tan duro como parecen. Mediante una sabia disciplina, se
puede ganar a muchos que se consideran casos desesperados. Estos
son con frecuencia los que más rápidamente ceden a la influencia
de la bondad. Conquiste el maestro la confianza del tentado, y al