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La Educación
Únicamente se logra el verdadero objetivo de la reprensión cuan-
do se guía al transgresor a ver su falta y se prepara su voluntad
para su corrección. Obtenido esto, indíquesele la fuente del perdón
y el poder. Trátese de que conserve el respeto propio e inténtese
inspirarle valor y esperanza.
Esta obra es la más hermosa y difícil que haya sido confiada
a los seres humanos. Requiere tacto y sensibilidad delicadísimos,
conocimiento de la naturaleza humana, fe y paciencia divinas, dis-
puestas a obrar, velar y esperar. Nada puede ser más importante que
esta obra.
Los frutos del dominio propio
Los que desean dominar a otros deben primero dominarse a sí
mismos. Si se trata airadamente a un niño o joven, solo se provocará
su resentimiento. Cuando un padre o un maestro se impacienta,
y corre peligro de hablar imprudentemente, es mejor que guarde
silencio. En este hay un poder maravilloso.
El maestro ha de tener en cuenta que va a encontrar naturalezas
perversas y corazones endurecidos. Pero al tratar con ellos, nunca
debe olvidar que él también fue niño y necesitó disciplina. Aun
siendo adulto, y poseyendo las ventajas de la edad, la educación y
la experiencia, yerra a menudo y necesita misericordia y toleran-
cia. Al educar a los jóvenes debe considerar que trata con personas
que tienen inclinaciones al mal semejantes a las suyas. Tienen que
aprender casi todas las cosas y para algunos es mucho más difícil
aprender que para otros. Necesita tratar pacientemente al alumno
torpe, no censurar su ignorancia, sino aprovechar toda oportunidad
para animarlo. Con los alumnos muy sensibles y nerviosos debe
proceder con mucha ternura. La sensación de sus propias imperfec-
ciones debe moverlo constantemente a manifestar compañerismo y
tolerancia hacia los que también tienen que luchar con dificultades.
La regla del Salvador: “Y como queréis que hagan los hombres
con vosotros, así también haced vosotros con ellos
tiene que ser
adoptada por todos los que emprenden la educación de los niños y
jóvenes. Son ellos los miembros más jóvenes de la familia del Señor,
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herederos, como nosotros, de la gracia de la vida. Se debe observar
sagradamente la regla del Señor en el trato con los más torpes, los