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La disciplina
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Hay que explicar que el gobierno de Dios no reconoce transi-
gencias con el mal. Ni en el hogar ni en la escuela se debe tolerar la
desobediencia. Ningún padre ni maestro que desee sinceramente el
bienestar de los que están a su cuidado, transigirá con la voluntad
terca que desafíe a la autoridad o recurra al subterfugio o la evasiva
con el fin de no obedecer. No es el amor, sino el sentimentalismo el
que se complace con el mal, trata de obtener obediencia por medio
de ruegos o sobornos, y finalmente acepta algún sustituto en vez de
lo que exigía.
“Los necios se burlan del pecado
Debemos cuidar de no tratar
al pecado como algo sin importancia. Es terrible su poder sobre
el transgresor. “Apresarán al malvado sus propias iniquidades, y
retenido será con las ligaduras de su pecado
El mayor mal que
se le puede hacer a un joven o a un niño es el de permitirle que se
someta a la esclavitud de un hábito malo.
Los jóvenes poseen un amor innato a la libertad: La desean. Y
necesitan comprender que la única manera de gozar esa bendición
inestimable consiste en obedecer la ley de Dios. Esa ley preserva la
verdadera libertad. Señala y prohíbe lo que degrada y esclaviza, y de
ese modo proporciona al obediente protección contra el poder del
mal.
El salmista dice: “Y andaré en libertad, porque busqué tus manda-
mientos”. “Pues tus testimonios son mis delicias, y mis consejeros
La censura no reforma
En los esfuerzos que hacemos por corregir el mal, necesitamos
guardarnos contra la tendencia a la crítica o la censura. Esta, si se
repite incesantemente, aturde, pero no reforma. Para muchas mentes,
y con frecuencia para las dotadas de una sensibilidad más delicada,
una atmósfera de crítica hostil es fatal para el esfuerzo. Las flores
no se abren bajo el soplo del ventarrón.
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El niño a quien se censura frecuentemente por alguna falta es-
pecial, la llega a considerar como peculiaridad suya, algo contra lo
cual es en vano luchar. Así se da origen al desaliento y la desespera-
ción que a menudo están ocultos bajo una aparente indiferencia o
fanfarronería.