Página 251 - La Educaci

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La disciplina
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compadecerse de sí mismos. Por el contrario, necesitan algo que los
impulse y los fortalezca, y no que los debilite.
Se les ha de enseñar que este mundo no es un desfile, sino un
campo de batalla. Se invita a todos a soportar las dificultades como
buenos soldados. Necesitan ser fuertes y conducirse como hombres.
Hay que enseñarles que la verdadera prueba del carácter se encuentra
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en la disposición a llevar responsabilidades, ocupar el puesto difícil,
hacer lo que hay que hacer, aunque no produzca reconocimiento ni
recompensa terrenal.
El verdadero modo de enfrentar las pruebas no consiste en evi-
tarlas sino en transformarlas. Esto se aplica a todo tipo de disciplina,
tanto a la de los primeros años como a la de los últimos. El descuido
de la educación en los primeros años de la vida del niño y el con-
secuente fortalecimiento de las malas tendencias dificulta su futura
educación y es causa de que la disciplina sea, con demasiada fre-
cuencia, un proceso difícil. Tiene que ser penosa para la naturaleza
pecaminosa, pues se opone a los deseos y las inclinaciones naturales,
pero se puede olvidar el dolor si se tiene en vista un gozo superior.
Es necesario enseñar al niño y al joven que todo error, toda falta,
toda dificultad vencida, llega a ser un peldaño que conduce hacia las
cosas mejores y más elevadas. Por medio de tales vicisitudes han
logrado éxito todos los que han hecho de la vida algo digno de ser
vivido.
“Las alturas logradas y conservadas por los
grandes hombres.
No fueron conseguidas repentinamente;
Sino que, mientras sus compañeros dormían,
Ellos aprovechaban la noche para seguir cuesta arriba.
“Nos elevamos mediante las cosas que están de
bajo de nuestros pies;
Mediante lo que hemos logrado dominar para el bien
y el provecho.
Mediante el orgullo destronado y la pasión destruida,
Y la derrota de los males que encontramos a
cada momento.
“Las cosas comunes, los sucesos cotidianos,
Que comienzan y terminan cada hora,