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La escuela del más allá
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Aunque los gobernantes de este mundo lo ignoren, a menudo los
ángeles han hablado en sus concilios. Los han contemplado los ojos
humanos. Los oídos humanos han escuchado sus pedidos. En tribu-
nales y cortes de justicia, los mensajeros celestiales han defendido la
causa de los perseguidos y oprimidos. Han desbaratado propósitos
y detenido males que hubieran causado oprobio y sufrimiento a los
hijos de Dios. Todo esto se revelará a los alumnos de la escuela
celestial.
Todo redimido comprenderá el trabajo de los ángeles en su
propia vida. ¡Qué sensación le producirá conversar con el ángel que
fue su guardián desde el primer momento; que vigiló sus pasos y
cubrió su cabeza en el día de peligro; que estuvo con él en el valle
de la sombra de muerte, que señaló su lugar de descanso, que fue el
primero en saludarlo en la mañana de la resurrección, y conocer por
medio de él la historia de la intervención divina en la vida individual,
de la cooperación celestial en toda obra en favor de la humanidad!
Entonces serán aclaradas todas las dudas de la vida. Donde a no-
sotros nos pareció ver solamente confusión y desilusión, propósitos
quebrantados y planes desbaratados, se verá un propósito grandioso,
dominante, victorioso, y una armonía divina.
Allí, todos los que trabajaron con espíritu abnegado verán el
fruto de sus labores. Se verá el resultado de la aplicación de todo
principio recto y la realización de toda acción noble. Algo de ello
vemos ahora. Pero, ¡cuán poco del resultado de la obra más noble
del mundo llega a ver en esta vida el que la hace! ¡Cuántos trabajan
abnegada e incansablemente por los que pasan más allá de su alcance
y conocimiento! Los padres y maestros caen en su último sueño
con la sensación de que ha sido fútil el trabajo de su vida; no saben
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que su fidelidad ha abierto manantiales de bendición que nunca
dejarán de fluir; solamente por la fe ven a los hijos que han criado
transformarse en una bendición e inspiración para sus semejantes, y
ven multiplicarse mil veces su influencia. Más de un obrero envía al
mundo mensajes de fortaleza, esperanza y valor, palabras portadoras
de bendición para los habitantes de todos los países. Pero él sabe
poco de los resultados mientras trabaja en la oscuridad y la soledad.
Así se hacen dádivas, se llevan responsabilidades y se hace la obra.
Los hombres siembran la semilla de la cual, sobre sus sepulcros,
otros cosechan en abundancia. Plantan árboles para que otros coman