La educación de Israel
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En cuanto al trato de Dios con Israel, durante los cuarenta años
de su peregrinación por el desierto, Moisés declaró:
“Como castiga el hombre a su hijo, así Jehová tu Dios te cas-
tiga [...] para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu
corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos
“Lo halló en tierra de desierto, en yermo de horrible soledad;
lo rodeó, lo instruyó, lo guardó como a la niña de su ojo. Como
el águila que excita su nidada, revoloteando sobre sus pollos, así
extendió sus alas, lo tomó, y lo llevó sobre sus plumas. Jehová solo
lo guió, y con él no hubo dios extraño
“Porque se acordó de su santa palabra dada a Abraham su siervo.
Sacó a su pueblo con gozo; con júbilo a sus escogidos. Les dio las
tierras de las naciones y las labores de los pueblos heredaron, para
que guardaran sus estatutos y cumplieran sus leyes. ¡Aleluya!
Dios rodeó a Israel de toda clase de facilidades y privilegios
que hicieran de él un honor para su nombre y una bendición para
las naciones vecinas. Le prometió que, si andaba en el camino de
la obediencia, lo exaltaría “sobre todas las naciones que hizo, para
loor y fama y gloria”. “Y verán todos los pueblos de la tierra que el
nombre de Jehová es invocado sobre ti, y te temerán”. Las naciones
que oyeran esa declaración habrían de decir: “Ciertamente pueblo
sabio y entendido, nación grande es esta
En las leyes encomendadas a Israel fueron dadas instrucciones
explícitas en cuanto a la educación. Dios se había revelado a Moisés,
en el Sinaí, como “misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y
grande en misericordia y verdad
Estos principios, incluidos en su
ley, debían ser enseñados a los niños, por los padres y las madres de
Israel. Moisés les declaró por indicación de Dios: “Y estas palabras
que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a
tus hijos, y hablaras de ellas estando en tu casa, y andando por el
camino, y al acostarte, y cuando te levantes
Estas cosas no debían ser enseñadas como una teoría seca. Los
que enseñan la verdad deben practicar sus principios. Únicamente al
reflejar el carácter de Dios en la justicia, la nobleza y la abnegación
de sus propias vidas, pueden impresionar a otros.
La verdadera educación no consiste en inculcar por la fuerza la
instrucción en una mente que no está lista para recibirla. Hay que
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despertar las facultades mentales, lo mismo que el interés. A esto