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Biografías de grandes hombres
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la muerte, podía soportarlo “porque se sostuvo como viendo al
Invisible
Moisés no solo pensaba en Dios, sino que lo veía. Dios era la
visión constante que tenía delante de sí mismo. Nunca perdía de
vista su rostro.
Para Moisés la fe no era una conjetura, sino una realidad. Creía
que Dios gobernaba su vida en particular, y lo reconocía en todos
sus detalles. Confiaba en él a fin de obtener fuerza para resistir todas
las tentaciones.
Quería obtener el mayor éxito posible en el trabajo que se le
había asignado, y depositaba toda su confianza en el poder divino.
Sentía su necesidad de ayuda, la pedía, se aferraba a ella por la fe, y
seguía adelante contando con la seguridad de una fuerza sostenedora.
Esta fue la experiencia que adquirió Moisés durante los cuarenta
años de educación en el desierto. La sabiduría infinita no consideró
este período como demasiado largo, ni como demasiado grande el
precio que costaba impartir una experiencia semejante.
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Los resultados de esa educación, de las lecciones allí enseñadas,
están ligados, no solamente con la historia de Israel, sino con todo
lo que desde ese día hasta hoy ha servido para progreso del mundo.
El mayor testimonio dado sobre la grandeza de Moisés, el juicio
pronunciado sobre su vida por la Inspiración, es: “Y nunca más
se levantó profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido
Jehová cara a cara
Pablo—Gozoso en el servicio
A la fe y la experiencia de los discípulos galileos que habían
acompañado a Jesús, se unieron en la obra del evangelio el fogoso
vigor y el poder intelectual de un rabino de Jerusalén. Siendo ciu-
dadano romano, nacido en una ciudad gentil; siendo judío, no solo
por ascendencia, sino por educación, celo patriótico y fe religiosa de
toda una vida; y habiendo sido educado en Jerusalén por los rabinos
más eminentes, e instruido en todas las leyes y tradiciones de los
padres, Saulo de Tarso compartía en toda su intensidad el orgullo
y los prejuicios de su nación. Cuando aún era joven, llegó a ser un
respetado miembro del Sanedrín. Era considerado como un hombre
promisorio, y celoso defensor de la antigua fe.