El maestro enviado por Dios
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de la humanidad, y con ella la estabilidad, el mismo cimiento y la
estructura de la sociedad.
Lejos de contener requisitos arbitrarios, la ley de Dios se da a
los hombres como cerco o escudo. El que acepta sus principios es
preservado del mal. La fidelidad a Dios entraña fidelidad al hombre.
De ese modo la ley protege los derechos y la individualidad de todo
ser humano. Prohíbe al superior oprimir, y al subalterno desobedecer.
Asegura el bienestar del hombre, tanto para este mundo como para
el venidero. Para el obediente es la garantía de la vida eterna, porque
expresa los principios que permanecen para siempre.
Cristo vino a demostrar el valor de los principios divinos por
medio de la revelación de su poder para regenerar a la especie
humana. Vino a ,enseñar cómo se deben desarrollar y aplicar esos
principios.
Para el pueblo de esa época, el valor de todo lo determinaba la
apariencia exterior. Al perder su poder, la religión había aumentado
su pompa. Los educadores de la época trataban de imponer respeto
por medio de la ostentación y el fausto. Comparada con todo esto, la
vida de Cristo establecía un marcado contraste. Ponía en evidencia
la falta de valor de las cosas que los hombres consideraban como
esenciales para la vida. Al nacer en el ambiente más tosco, al com-
partir un hogar y una vida humildes y la ocupación de un artesano, al
vivir una vida sin deseos de fama e identificarse con los trabajadores
ignorados por el mundo, Jesús siguió el plan divino relativo a la
educación. No buscó las escuelas de su tiempo, que magnificaban
las cosas pequeñas y empequeñecían las grandes. Obtuvo su educa-
ción directamente de las fuentes indicadas por el cielo, del trabajo
útil, del estudio de las Escrituras y la naturaleza, y de las vicisitudes
de la vida, que constituyen los libros de texto de Dios, llenos de
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instrucción para todos los que los buscan con manos dispuestas, ojos
abiertos y corazón comprensivo.
“Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la
gracia de Dios era sobre él
Preparado de esta manera, salió para cumplir su misión, y en
todo momento que estuvo en relación con los hombres ejerció sobre
ellos una influencia para bendecir, y un poder para transformar que
el mundo no había conocido nunca.