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La Educación
El que trata de transformar a la humanidad, debe comprender
a la humanidad. Solo por la compasión, la fe y el amor, pueden
ser alcanzados y elevados los seres humanos. En esto Cristo se
revela como el Maestro de los maestros: de todos los que alguna vez
vivieran en la tierra, solamente él posee una perfecta comprensión
del alma humana.
“No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de
nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra
semejanza, pero sin pecado
“Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso
para socorrer a los que son tentados
Cristo es el único que experimentó todas las penas y tentaciones
que sobrevienen a los seres humanos. Nunca fue tan fieramente
perseguido por la tentación otro ser nacido de mujer; nunca llevó
otro la carga tan pesada de los pecados y dolores del mundo. Nunca
hubo otro cuya misericordia fuera tan abarcante y tierna. Habiendo
participado de todo lo que experimenta la especie humana, no sola-
mente podía condolerse de todo el que estuviera abrumado y tentado
en la lucha, sino que sentía con él.
Practicaba lo que enseñaba. “Porque ejemplo os he dado dijo
a los discípulos, para que como yo os he hecho, vosotros también
hagáis”. “Así como yo he guardado los mandamientos de mi padre
Así, las palabras de Cristo tuvieron en su vida una ilustración y un
apoyo perfectos. Y más aún, él era lo que enseñaba. Sus palabras no
solo eran la expresión de la experiencia de su propia vida, sino de
su propio carácter. No solamente enseñó la verdad; él era la verdad.
Eso fue lo que dio poder a su enseñanza.
Cristo reprendía fielmente. Nunca vivió otro que odiara tanto el
mal, ni cuyas acusaciones fueran tan terribles. Su misma presencia
era un reproche para todo lo falso y lo bajo. A la luz de su pureza, los
hombres veían que eran impuros, y que el propósito de su vida era
despreciable y falso. Sin embargo, él los atraía. El que había creado
al hombre, apreciaba el valor de la humanidad. Delataba el mal como
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enemigo de aquellos a quienes trataba de bendecir y salvar. En todo
ser humano, sin importar el nivel al cual hubiera caído, veía a un
hijo de Dios, que podía recobrar el privilegio de su relación divina.
“Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mun-
do, sino para que el mundo sea salvo por él
Al contemplar a los