No para condenar sino para salvar, 10 de enero
Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo,
sino para que el mundo sea salvo por él.
Juan 3:17
.
Hay almas que tiemblan en su incredulidad. Preguntan: “¿Cómo
puedo saber que Dios se ha reconciliado conmigo? ¿Cómo puedo estar
seguro de que me ama y perdona?” No depende de vosotros, queridos
jóvenes, el que os justifiquéis con Dios. Jesús os invita a ir a él con todas
vuestras cargas y perplejidades... Dice: “Venid a mí, aprended de mí,
creed en mí”. Aceptad la promesa y la provisión que ha hecho Dios... La
sangre de Cristo, en su permanente eficacia, es nuestra única eficacia;
pues sólo mediante sus méritos tenemos perdón y paz.—
The Youth’s
Instructor, 22 de septiembre de 1892
.
El carácter de Dios, tal como se revela en Cristo, invita nuestra fe y
amor; pues tenemos un Padre cuya misericordia y compasión no fallan.
En cada paso de nuestra jornada hacia el cielo estará con nosotros para
guiarnos en cada perplejidad, para ayudarnos en cada tentación.—
The
Youth’s Instructor, 29 de septiembre de 1892
.
Hay grandes y preciosas verdades que demandan vuestra contem-
plación, a fin de que podáis tener un fundamento firme para vuestra fe
teniendo un correcto conocimiento de Dios. Ojalá supiera el superficial
y vano buscador de la verdad que el mundo por sabiduría, no importa
cuánta hubiera adquirido, no conoció a Dios.
Es propio procurar aprender todo lo posible de la naturaleza, pero no
dejéis de llevar la vista de la naturaleza a Cristo para la representación
completa del carácter del Dios viviente. Mediante la contemplación de
Cristo, mediante la conformidad con la semejanza divina, se expandi-
rán vuestros conceptos del carácter divino y se elevarán, refinarán y
ennoblecerán vuestra mente y vuestro corazón...
El que constantemente depende de Dios con fe sencilla y confianza
acompañada de oración, estará rodeado por los ángeles del cielo. El que
vive por fe en Cristo será fortalecido y elevado, podrá pelear la buena
batalla de la fe y echar mano de la vida eterna.—
Ibid
.
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