Seguridad en el recto pensar, 6 de junio
Refutando argumentos, y toda altivez que se levanta contra el
conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la
obediencia a Cristo.
2 Corintios 10:5
.
Aun los pensamientos deben ser puestos en sujeción a la voluntad
de Dios y los sentimientos bajo el control de la razón y la religión.
No nos fue dada nuestra imaginación para que le permitamos correr a
rienda suelta y salirse con la suya sin ningún esfuerzo para restringirla
y disciplinarla. Si los pensamientos son malos, los sentimientos serán
malos; y los pensamientos y sentimientos combinados forman el carácter
moral.—
The Review and Herald, 21 de abril de 1885
.
El poder del pensamiento recto es más precioso que el oro de Ofir...
Necesitamos asignarle un elevado valor al recto control de nuestros
pensamientos, porque eso prepara la mente y el alma para trabajar armo-
niosamente para el Maestro. Es necesario para nuestra paz y felicidad en
esta vida que nuestros pensamientos estén centrados en Cristo. Como
piensa el hombre, así es. Nuestro avance en la pureza moral depende del
recto pensar y actuar... Los malos pensamientos destruyen el alma. El
poder convertidor de Dios cambia el corazón refinando y purificando los
pensamientos. A menos que se haga un esfuerzo decidido para mantener
los pensamientos centrados en Cristo, la gracia no puede manifestarse en
la vida. La mente debe entrar en la lucha espiritual. Cada pensamiento
debe ser puesto en cautiverio a la obediencia de Cristo...
Necesitamos un constante sentido del poder ennoblecedor de los
pensamientos puros y de la influencia deletérea de los pensamientos
malos. Pongamos nuestros pensamientos en cosas santas. Sean puros
y santos, porque la única seguridad para cada alma es el recto pensar.
Debemos usar todo medio que Dios ha puesto a nuestro alcance para el
gobierno y el cultivo de nuestros pensamientos. Debemos poner nuestras
mentes en armonía con su mente. Su verdad nos santificará cuerpo, alma
y espíritu y podremos levantarnos sobre la tentación.—
Carta 123, 1904
.
[167]
167