El yo oculto en Cristo, 16 de agosto
En Jehová se glorificará mi alma; lo oirán los mansos, y se
alegrarán.
Salmos 34:2
.
El Dr. John Cheyne, al haber alcanzado fama en su profesión, no
olvidó sus obligaciones hacia Dios. Escribió una vez a un amigo: “Puede
ser que desees conocer la condición de mi ánimo. Estoy humillado en
el polvo ante el pensamiento de que hoy no hay una sola acción en
mi trabajada vida que pueda resistir la vista de un Dios santo. Pero
cuando reflexiono en la invitación del Redentor: ‘Venid a mí’ y en que
he aceptado esta invitación, y más aún, que mi conciencia testifica que
de veras deseo en todas las cosas tener mi voluntad conformada a la
voluntad de Dios, tengo paz. Tengo el prometido descanso, prometido
por Aquel en el que no hay engaño”.
Este eminente médico ordenó que después de su muerte se erigiera
una columna cerca del lugar donde descansara su cuerpo, en la que
debían ser escritos estos textos, como voces de la eternidad: “De tal
manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que
todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.
Juan
3:16
. “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os
haré descansar”.
Mateo 11:28
. “Seguid la paz con todos, y la santidad,
sin la cual nadie verá al Señor”.
Y mientras el Dr. Cheyne se esforzaba, aun desde su tumba, en llamar
a los pecadores hacia el Salvador y la gloria, ocultaba su propio nombre,
callándolo enteramente desde la columna. No fue menos cuidadoso
al decir, como si hablara con el viandante: “El nombre, la profesión
y la edad del que aquí descansa, indignos son de la menor mención,
pero puede ser de gran importancia para ti el saber que por la gracia de
Dios fue guiado a mirar al Señor Jesús como el único Salvador de los
pecadores, y que esa contemplación de Jesús dio paz a su alma”. Decía:
“Suplica a Dios, ruega a Dios que puedas ser instruido en el Evangelio,
y está seguro de que Dios dará su Santo Espíritu ...” Este recordativo fue
concebido para volver la atención de todos hacia Dios y dar lugar a que
ellos perdieran de vista al hombre.—
Medical Ministry, 51, 52
.
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