Página 37 - En los Lugares Celestiales (1968)

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De la desesperación a la esperanza y el gozo, 30 de
enero
El Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para
que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo.
Romanos 15:13
.
Si Jesús no hubiera muerto como nuestro sacrificio y no hubiera re-
sucitado, nunca hubiéramos conocido la paz, nunca hubiéramos sentido
gozo, sino tan sólo habríamos experimentado los horrores de la oscuridad
y las aflicciones de la desesperación. Por lo tanto, sólo la alabanza y gra-
titud sean el lenguaje de nuestro corazón. Toda nuestra vida hemos sido
participantes de sus beneficios celestiales, recipientes de las bendiciones
de su expiación sin par. Por lo tanto, es imposible que concibamos la
degradada e impotente condición ... de la cual nos ha levantado Cristo.
Cuando sintamos los dolores, las aflicciones y los desamparos a que
estamos sometidos, ningún pensamiento de murmuración deshonre a
nuestro Redentor...
El lenguaje del alma debiera ser de gozo y gratitud. Si algunos tienen
capítulos oscuros en su vida, sepúltenlos. No se mantenga viva esa
historia mediante la repetición... Cultivad tan sólo aquellos pensamientos
y sentimientos que produzcan gratitud y alabanza...
Os suplico que nunca profiráis una palabra de queja, sino que al-
berguéis sentimientos de agradecimiento y gratitud. Al proceder así,
aprenderéis a producir melodías en vuestro corazón. Entretejed en vues-
tra experiencia como urdimbre y trama las áureas hebras de gratitud.
Contemplad la tierra mejor, donde nunca se derraman lágrimas, donde
nunca se experimentan las tentaciones y pruebas, donde no se conocen
pérdidas ni reproches, donde todo es paz, gozo y felicidad. Aquí puede
espaciarse ampliamente vuestra imaginación. Esos pensamientos os ha-
rán pensar más en el cielo, os dotarán de vigor celestial, satisfarán vuestra
alma sedienta con ríos de aguas vivas, y pondrán sobre vuestro corazón
el sello de la imagen divina. Os llenarán con gozo y esperanza al creer, y
habitarán con vosotros para siempre como un consolador.—
Manuscrito
9, 1883
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