Gozo eterno, 30 de diciembre
Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie
podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que
estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos
de ropas blancas, y con palmas en las manos.
Apocalipsis 7:9
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Todas las clases, todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas estarán
ante el trono de Dios y del Cordero con sus vestidos inmaculados y sus
coronas adornadas con piedras preciosas. Dijo el ángel: Estos son los
que han venido de grande tribulación, y han lavado sus ropas y las han
emblanquecido, mientras los amadores de los placeres más que de Dios,
los sensuales y desobedientes han perdido ambos mundos. No tienen las
cosas de esta vida ni la vida inmortal.
Aquella multitud triunfante, con cantos de victoria, coronas y arpas,
ha pasado por el horno ígneo de la aflicción terrena cuando aquél estaba
caldeado y ardía intensamente. Vienen de la miseria, del hambre y la
tortura, de la abnegación profunda y los amargos desengaños. Miradlos
ahora como vencedores, no ya pobres, ni apenados, ni afligidos y odiados
de todos por causa de Cristo. Contemplad sus atavíos celestiales, blancos
y resplandecientes, más preciosos que cualquier vestido real. Mirad por
fe sus coronas adornadas con piedras preciosas; nunca una diadema
semejante engalanó la frente de ningún monarca terreno.
Escuchad sus voces cuando cantan potentes hosanas mientras agitan
las palmas de la victoria. Una música hermosa llena el cielo cuando sus
voces entonan estas palabras: “Digno, digno es el Cordero que fue inmo-
lado y resucitó para siempre. Salvación a nuestro Dios que está sentado
en el trono, y al Cordero”. Y la hueste angélica, ángeles y arcángeles,
querubines cubridores y gloriosos serafines repiten el estribillo de aquel
canto gozoso y triunfal diciendo: “Amén. La bendición y la gloria y la
sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean
a nuestro Dios por los siglos de los siglos”.
Apocalipsis 7:12
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Carta
71, 1878
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