Página 41 - En los Lugares Celestiales (1968)

Basic HTML Version

Nuestra unión con el cielo, 2 de febrero
Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en
quien tengo complacencia.
Mateo 3:17
.
Después que Cristo fue bautizado por Juan en el Jordán, salió del
agua e inclinándose en la orilla del río oró con fervor a su Padre celestial
pidiendo fuerza para soportar el conflicto que estaba por emprender con
el príncipe de las tinieblas. El cielo se abrió a su oración, y la luz de
la gloria de Dios, más brillante que el sol al mediodía, vino del trono
del Eterno, y tomando la forma de una paloma con la apariencia del oro
bruñido, circundó al Hijo de Dios, mientras se oía la clara voz ... que
decía: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”.
Allí estaba la seguridad para el Hijo de Dios de que su Padre había
aceptado a la raza caída en la persona de su representante y de que les
concedía una segunda oportunidad. Se reanudaba la comunicación entre
el cielo y la tierra, entre Dios y el hombre, que se había quebrantado con
la caída de Adán. El que no conoció pecado, llegó a ser pecado ... para
que su justicia pudiese ser imputada al hombre. Mediante la perfección
del carácter de Cristo, el hombre fue elevado en la escala del valor moral
con Dios; y mediante los méritos de Cristo, el hombre finito fue unido
con el Infinito. Así fue como el Redentor del mundo tendió el puente a
través del abismo que había creado el pecado.
Pero pocos tienen un verdadero sentido de los grandes privilegios
que Cristo ganó para el hombre abriéndole así el cielo. Entonces el Hijo
de Dios fue el representante de nuestra raza; y el poder especial y la
gloria que le concedió la Majestad del cielo y sus palabras de aprobación,
son la garantía más segura de su amor y buena voluntad hacia el hombre.
Como la intercesión de Cristo en nuestro favor fue oída, el hombre tuvo
la evidencia de que Dios aceptará nuestras oraciones hechas a nuestro
favor mediante el nombre de Jesús.—
The Sufferings of Christ, 7-10
.
[42]
37