Página 72 - En los Lugares Celestiales (1968)

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Fortaleza mediante la oración, 3 de marzo
Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante de Jehová
nuestro Hacedor.
Salmos 95:6
.
Cristo ha dado a sus discípulos indicaciones ciertas en cuanto a la
necesidad de dedicar períodos de tiempo especiales a la devoción. La
oración precedió y santificó cada acto de su ministerio... Los momentos
nocturnos de oración que el Salvador pasó en la montaña o en el desierto
eran esenciales para prepararlo para las pruebas que debía enfrentar en
los días que seguirían. Sentía la necesidad de refrigerar y vigorizar alma
y cuerpo para poder enfrentar las tentaciones de Satanás; y los que están
esforzándose por vivir la vida de Cristo sentirán esta misma necesidad...
Cristo se ha entregado para ser nuestro sustituto y garantía y no
descuida a nadie. Hay una reserva inacabable de perfecta obediencia
que proviene de su obediencia. Sus méritos, su abnegación y sacrificio
propio están atesorados en el cielo como incienso para ser ofrecidos
con las oraciones de su pueblo. A medida que las oraciones humildes
y sinceras del pecador ascienden al trono de Dios, Cristo mezcla con
ellas los méritos de su vida de perfecta obediencia. Nuestras oraciones
reciben la fragancia de este incienso...
Recordemos todos que los misterios del reino de Dios no pueden
aprenderse por el razonamiento. La verdadera fe, la verdadera oración—
¡cuán poderosas son! La oración del fariseo no tenía ningún valor, pero la
oración del publicano fue oída en los atrios celestiales porque mostraba
la dependencia que trataba de alcanzar la Omnipotencia para asirse de
ella. El yo no era sino una vergüenza para el publicano. Así debería ser
con todos los que buscan a Dios. La fe y la oración son los dos brazos que
el necesitado suplicante echa al cuello del Amor infinito.—
The Review
and Herald, 30 de octubre de 1900
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