Cartas al cielo, 5 de marzo
Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para
alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.
Hebreos 4:16
.
La oración no es una expiación por el pecado. No es una penitencia.
No necesitamos ir a Dios como criminales condenados; porque Cristo
ha pagado la culpa de nuestras transgresiones. Él ha hecho la expiación
por nosotros. Su sangre limpia del pecado. Nuestras oraciones son como
cartas enviadas desde la tierra, dirigidas a nuestro Padre en los cielos.
Las peticiones que ascienden de los corazones sinceros y humildes
seguramente llegarán hasta él. Él puede discernir la sinceridad de sus
hijos adoptados. Él tiene piedad de nuestras debilidades y fortalece
nuestras flaquezas. Él dijo: “Pedid, y recibiréis”.
Muchos de los miembros de la familia humana no saben lo que
deberían pedir como debieran. Pero el Señor es bondadoso y tierno.
El alivia sus flaquezas dándoles palabras para hablar. El que acude con
deseo santificado tiene acceso mediante Cristo al Padre. Cristo es nuestro
Intercesor. Las oraciones que se ponen en el incensario de oro de los
méritos del Salvador son aceptadas por el Padre.
Toda promesa que está en la Palabra de Dios es nuestra. En vuestras
oraciones haced referencia a la palabra empeñada por Jehová y por la fe
reclamad sus promesas. Su palabra es la seguridad de que si pedís con fe
recibiréis toda bendición espiritual. Seguid pidiendo y recibiréis abun-
dantemente mucho más allá de lo que pidáis o penséis. Acostumbraos a
tener confianza ilimitada en Dios. Echad todo vuestro cuidado sobre él.
Esperad en él pacientemente y él hará...
Debemos buscar “primeramente el reino de Dios y su justicia”.
Mateo
6:33
. Debemos estar listos a recibir la bendición que Dios otorga a
aquellos que lo buscan de todo corazón, en sinceridad y verdad. Debemos
mantener abierto el corazón si queremos recibir la gracia de Cristo.—
The
Signs of the Times, 18 de noviembre de 1903
.
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