Dulce comunión con nuestro salvador, 6 de marzo
Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también
vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión
verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo.
1 Juan
1:3
.
Es nuestro privilegio gustar la dulzura de la comunión con un Sal-
vador crucificado y resucitado. Pero para que esto sea posible debe
entregarse el yo a Dios. La complacencia propia significa que no se está
siguiendo a Cristo abnegadamente y llevando la cruz. Cuando el yo lucha
por los primeros puestos, las percepciones espirituales se debilitan. Los
ojos se apartan de Cristo para posarse sobre la pobre imagen del yo. No
podemos permitirnos llegar a estar separados de Cristo. Debemos seguir
mirando a Cristo, el autor y consumador de nuestra fe...
Al estar en comunión con Cristo, esa luz preciosa y santa brilla en
nuestras almas hasta que todo ámbito queda alumbrado, y llegamos a
ser luces brillantes en el mundo que reflejan a otros la gloria de Cris-
to. Debemos mantener a Cristo delante de nosotros como ejemplo de
perfección.—
Carta 48, 1903
.
La comunión con Dios es la vida del alma. No es algo que podamos
interpretar, algo que podamos vestir con hermosas palabras pero que no
nos da la genuina experiencia que hace nuestras palabras de real valor.
La comunión con Dios nos da una experiencia diaria que de veras hace
que nuestro gozo sea cumplido.
Los que tienen esta unión con Cristo lo demostrarán en espíritu, en
palabra y en obra. La profesión [de fe] no es nada a menos que se mani-
fiesten buenos frutos en palabra y en obra. La unidad, el compañerismo
de unos con otros y con Cristo, éste es el fruto que lleva cada rama de
la vid viviente. El alma purificada, nacida de nuevo, tiene un testimonio
claro y distinto para dar...
Siguiendo el ejemplo de servicio abnegado de Cristo, confiando
como niñitos en sus méritos y guardando sus mandamientos, recibiremos
la aprobación de Dios. Cristo morará en nuestros corazones y nuestra
influencia será fragante con su justicia.—
The Review and Herald, 30 de
junio de 1910
.
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