Página 91 - En los Lugares Celestiales (1968)

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Fe que no dejará, 22 de marzo
Y Jacob le respondió: No te dejaré si no me bendices.
Génesis
32:26
.
Vosotros que con placer habláis de las faltas de otros, despertad y mi-
rad dentro de vuestros corazones. Tomad vuestras Biblias e id a Dios en
ferviente oración. Pedidle que os enseñe a conoceros a vosotros mismos,
a comprender vuestras debilidades, vuestros pecados e inconsecuencias,
a la luz de la eternidad. Pedidle que os muestre cómo aparecéis a la vista
del Cielo. Esto es una obra individual... En humildad enviad vuestra
petición a Dios y no descanséis día y noche hasta que podáis decir: Oye
lo que el Señor ha hecho por mí,—hasta que podáis dar un testimonio
viviente y hablar de victorias ganadas.
Jacob luchó con el ángel toda la noche antes de ganar la victoria.
Cuando rompió el alba el ángel dijo: “Déjame, porque raya el alba”.
Pero Jacob contestó: “No te dejaré, si no me bendices”. Entonces fue
contestada su oración: “No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel;
porque has luchado con Dios y con los hombres y has vencido”.
Génesis
32:26-28
.
Necesitamos la perseverancia de Jacob, la fe inquebrantable de Elías.
Vez tras vez Elías envió a su siervo a ver si aparecía la nube, pero no
se veía ninguna. Al fin, la séptima vez, el siervo volvió con la palabra:
“Yo veo una pequeña nube como la palma de la mano de un hombre, que
sube del mar”.
1 Reyes 18:44
. ¿Se volvió Elías y dijo: No acepto esta
evidencia; esperaré hasta que aparezcan densos nubarrones negros? No.
Él dijo: Es tiempo de ir. Confió plenamente en esa señal de Dios y envió
a su mensajero delante de sí a decir a Acab que estaba por precipitarse
una abundante lluvia.
Una fe como ésta es la que necesitamos, una fe que se aferre y que
no dejará ir. La Inspiración nos dice que Elías era un hombre sujeto
a pasiones semejantes a las nuestras. El Cielo oyó su oración ... ¿Por
qué no se suplicará al Señor en favor de su pueblo hoy? Que el Señor
nos llene con su Espíritu. ¡Oh, si pudiéramos descorrer el velo para
comprender el misterio de la piedad!—
The Review and Herald, 9 de
enero de 1900
.
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