La lluvia tardía
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Debiéramos orar fervientemente por el descenso del Espíritu
Santo
Debiéramos orar tan fervientemente por el descenso del Espíritu
Santo como los discípulos oraron en el Día de Pentecostés. Si ellos
lo necesitaban en aquel entonces, nosotros lo necesitamos más hoy
en día.—
Testimonies for the Church 5:158 (1882)
.
El descenso del Espíritu Santo sobre la iglesia es esperado como
si se tratara de un asunto del futuro; pero es el privilegio de la iglesia
tenerlo ahora mismo. Buscadlo, orad por él, creed en él. Debemos
tenerlo, y el cielo está esperando concederlo.—
El Evangelismo, 508
(1895)
.
La medida del Espíritu Santo que recibamos estará en proporción
a la medida de nuestro deseo de recibirlo y de la fe que ejerzamos
para ello, y del uso que hagamos de la luz y el conocimiento que se
nos dé.—
The Review and Herald, 5 de mayo de 1896
.
No estamos suficientemente dispuestos a importunar al Señor
con nuestras peticiones y pedirle el don del Espíritu Santo. El Señor
quiere que lo importunemos con este asunto. Quiere que insistamos
con nuestras peticiones ante el trono.—
Fundamentals of Christian
Education, 537 (1909)
.
Debemos humillar nuestros corazones en verdadero
arrepentimiento
La mayor y más urgente de todas nuestras necesidades es la de
un reavivamiento de la verdadera piedad en nuestro medio. Procurar-
lo debiera ser nuestra primera obra. Debe haber esfuerzos fervientes
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para obtener las bendiciones del Señor, no porque Dios no esté
dispuesto a conferirnos sus bendiciones, sino porque no estamos
preparados para recibirlas. Nuestro Padre celestial está más dis-
puesto a dar su Espíritu Santo a los que se lo piden que los padres
terrenales a dar buenas dádivas a sus hijos. Sin embargo, mediante la
confesión, la humillación, el arrepentimiento y la oración ferviente
nos corresponde cumplir con las condiciones en virtud de las cuales
ha prometido Dios concedernos su bendición. Solo en respuesta a la
oración debe esperarse un reavivamiento.—
Mensajes Selectos 1:141
(1887)
.