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Eventos de los Últimos Días
Debe haber un reavivamiento cabal entre nosotros. Debe haber
un ministerio convertido. Debe haber confesiones, arrepentimiento
y conversiones. Muchos que están predicando la Palabra necesitan
la gracia transformadora de Cristo en sus corazones. No debieran
permitir que nada les impida hacer una obra cabal antes que sea
demasiado tarde para siempre.—
Carta 51, 1886
.
La reforma debe acompañar al reavivamiento
Deben producirse un reavivamiento y una reforma bajo el minis-
terio del Espíritu Santo. El reavivamiento y la reforma son dos cosas
diferentes. El reavivamiento significa una renovación de la vida es-
piritual, un avivamiento de las facultades de la mente y el corazón,
una resurrección de la muerte espiritual. La reforma significa una
reorganización, un cambio en ideas y teorías, en hábitos y prácti-
cas. La reforma no producirá el buen fruto de justicia a menos que
esté conectada con el reavivamiento del Espíritu. El reavivamiento
y la reforma han de hacer su obra designada, y al hacerlo, deben
fusionarse.—
The Review and Herald, 25 de febrero de 1902
.
Debemos desechar toda lucha y disensión
Cuando los obreros tengan un Cristo que more permanentemente
en sus almas, cuando todo egoísmo esté muerto, cuando no haya
rivalidad ni lucha por la supremacía, cuando exista unidad, cuando se
santifiquen a sí mismos, de modo que se vea y sienta el amor mutuo,
entonces las lluvias de gracia del Espíritu Santo vendrán sobre
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ellos tan ciertamente como que la promesa de Dios nunca faltará
en una jota o tilde. Pero cuando es rebajada la obra de otros, para
que los obreros puedan mostrar su propia superioridad, demuestran
que su propia obra no lleva la señal que debiera. Dios no puede
bendecirlos.—
Mensajes Selectos 1:206 (1896)
.
Si subsistimos en el gran día del Señor, con Cristo como nuestro
refugio y nuestra fortaleza, debemos abandonar toda envidia y toda
contienda por la supremacía. Debemos destruir completamente la
raíz de estas cosas impías para que no puedan surgir de nuevo a la
vida. Debemos ponernos plenamente del lado del Señor.—
Cada Día
con Dios, 258 (1903)
.