154
Eventos de los Últimos Días
Hay que despejar el camino para la lluvia tardía
Vi que nadie podrá participar del “refrigerio” a menos que haya
vencido todas las tentaciones y triunfado del orgullo, el egoísmo, el
amor: al mundo y toda palabra y obras malas. Por lo tanto, debemos
acercarnos más y más al Señor y buscar anhelosamente la prepara-
ción necesaria que nos habilite para permanecer firmes en la batalla,
en el día del Señor.—
Primeros Escritos, 71 (1851)
.
Nos toca a nosotros remediar los defectos de nuestro carácter,
limpiar el templo del alma de toda contaminación. Entonces la lluvia
tardía caerá sobre nosotros como cayó la lluvia temprana sobre los
discípulos en el día de Pentecostés.—
Joyas de los Testimonios 2:69
(1882)
.
No hay nada que Satanás tema tanto como que el pueblo de
Dios despeje el camino quitando todo impedimento, de modo que el
Señor pueda derramar su Espíritu sobre una iglesia decaída y una
congregación impenitente [...]. Cada tentación, cada influencia opo-
sitora, ya sea manifiesta o secreta, puede ser resistida con éxito, “no
con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de
los ejércitos”.
Zacarías 4:6
.—
Mensajes Selectos 1:144-145 (1887)
.
Vendrá la lluvia tardía y la bendición de Dios llenará cada alma
que esté purificada de toda contaminación. Nuestra obra hoy es
rendir nuestra alma a Cristo para que podamos ser hechos idóneos
[165]
para el tiempo del refrigerio de la presencia del Señor: idóneos para
el bautismo del Espíritu Santo.—
Mensajes Selectos 1:223 (1892)
.
Convertíos en obreros activos en el servicio de Cristo
Cuando las iglesias lleguen a ser iglesias vivientes y laboriosas,
se les dará el Espíritu Santo en respuesta a su sincero pedido [...].
Entonces se abrirán las ventanas del cielo para los aguaceros de la
lluvia tardía.—
The Review and Herald, 25 de febrero de 1890
.
El gran derramamiento del Espíritu de Dios que ilumina toda la
tierra con su gloria, no acontecerá hasta que tengamos un pueblo
iluminado, que conozca por experiencia lo que significa ser colabo-
radores de Dios. Cuando nos hayamos consagrado plenamente y de
todo corazón al servicio de Cristo, Dios lo reconocerá por un derra-
mamiento sin medida de su Espíritu; pero esto no ocurrirá mientras