La iglesia de Dios de los últimos días
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contaminado y corrompido por el pecado. La iglesia, debilitada y
deficiente, que necesita ser reprendida, amonestada y aconsejada, es
el único objeto de esta tierra al cual Cristo concede su consideración
suprema.—
Testimonios para los Ministros, 45, 49 (1893)
.
Los baluartes de Satanás nunca triunfarán. La victoria acompa-
ñará al mensaje del tercer ángel. Así como el Capitán de las hueste
del Señor derribó los muros de Jericó, el pueblo que guarda los
mandamientos del Señor triunfará y todos los elementos opositores
serán derrotados.—
Testimonios para los Ministros, 410 (1898)
.
Es urgente una distribución de responsabilidades
Lo que queremos ahora es una reorganización. Deseamos co-
menzar en el fundamento y edificar sobre un principio diferente
[...].
Aquí hay hombres que están a la cabeza de nuestras diversas
instituciones, de los intereses educacionales, y de las asociaciones
en diferentes localidades y Estados. Todos ellos han de mantenerse
como representantes, para tener voz en la tarea de moldear e idear
los planes que deberán llevarse a cabo. Debe haber más que uno o
dos o tres hombres para considerar todo el vasto campo. La obra es
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grande y no hay ninguna mente humana que pueda planear sola la
obra que necesita hacerse [...].
Ahora deseo decir que Dios no ha puesto en nuestras filas ningún
poder monárquico para controlar esta o aquella rama de la obra. La
obra ha sido grandemente restringida por los esfuerzos de controlarla
en cada área [...]. Debe haber una renovación, una reorganización;
deben incorporarse en las comisiones un poder y una fuerza que son
necesarios
—
The General Conference Bulletin, 3 de abril de 1901,
pp. 25-26
.
Deben formarse nuevas asociaciones. Fue de acuerdo con el plan
de Dios que se organizase en Australia la Unión de asociaciones
[...]. No es necesario escribir a Battle Creek, a miles de kilómetros,
en busca de consejo, y luego tener que esperar semanas hasta que
llegue una respuesta. Los que están precisamente en el lugar deben
Del discurso de apertura de Elena G. de White dado el 2 de abril de 1901, en la
sesión del Congreso de la Asociación General, en Battle Creek.