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Las leyes dominicales
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los que tratan de aniquilarlos, el pueblo de Dios huirá de las ciudades
y de los pueblos y se unirá en grupos para vivir en los lugares más
desiertos y solitarios.—
Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos,
683-684 (1911)
.
No mostrar una actitud desafiante
Aquellos que componen nuestras iglesias tienen rasgos de ca-
rácter que los inducirán, si no son muy cuidadosos, a sentirse indig-
nados porque, en base a tergiversaciones, les es quitada su libertad
de trabajar en domingo. No montéis en cólera por este asunto, sino
llevad todo a Dios en oración. Sólo él puede restringir el poder de
los gobernantes. No os conduzcáis precipitadamente. Que nadie se
jacte imprudentemente de su libertad, usándola como un manto de
malicia, sino como siervos de Dios, “honrad a todos. Amad a los
hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey”.
1 Pedro 2:17
.
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Este consejo será de verdadero valor para todos los que serán
conducidos a situaciones difíciles. No debe mostrarse nada que reve-
le una actitud desafiante o que pueda interpretarse como malicia.—
Manuscript Releases 2:193-194 (1898)
.
Absteneos de trabajar en domingo
Respecto al campo del sur
debe hacerse el trabajo tan prudente
y cuidadosamente como sea posible, y debe hacérselo como Cristo
lo haría. La gente pronto descubrirá qué creéis en cuanto al domingo
y al día de reposo porque formularán preguntas. Entonces podéis
decirles, pero no en una manera que atraiga la atención a vuestro
trabajo. No necesitáis terminar prematuramente vuestra labor por
trabajar en domingo...
Abstenerse de trabajar en domingo no es recibir la marca de la
bestia... En aquellos lugares donde la oposición es tan fuerte que
despierta persecución si el trabajo se hace en domingo, que nuestros
hermanos conviertan ese día en una ocasión para hacer genuina obra
misionera.—
The Southern Watchman, 69-70 (1895)
.
La imposición de la ley dominical fue especialmente severa en los Estados del sur
de los Estados Unidos durante las últimas dos décadas del siglo pasado. Ver
American
State Papers
The Review and Herald, 517-562 (1943)
.