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Eventos de los Últimos Días
lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo
malo, a resurrección de condenación”.
Juan 5:28-29
. Esta voz pronto
resonará entre todos los muertos, y cada santo que duerme en Jesús
se levantará y abandonará su prisión.—
Manuscrito 137, 1897
.
Los preciosos muertos, desde Adán hasta el último santo que
fallezca, oirán la voz del Hijo de Dios, y saldrán del sepulcro para
tener vida inmortal.—
El Deseado de Todas las Gentes, 558 (1898)
.
Entre las oscilaciones de la tierra, las llamaradas de los relám-
pagos y el fragor de los truenos, el Hijo de Dios llama a la vida
a los santos dormidos. Dirige una mirada a las tumbas de los jus-
tos, y levantando luego las manos al cielo, exclama: “¡Despertaos,
despertaos, despertaos, los que dormís en el polvo, y levantaos!”
Por toda la superficie de la tierra, los muertos oirán esa voz; y los
que la oigan vivirán. Y toda la tierra repercutirá bajo las pisadas
de la multitud extraordinaria de todas la naciones, tribus, lenguas y
pueblos. De la prisión de la muerte sale revestida de gloria inmortal
gritando: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro,
tu victoria?”
1 Corintios 15:55
. Y los justos vivos unen sus voces a
las de los santos resucitados en prolongada y alegre aclamación de
victoria.—
Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 702 (1911)
.
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De las cuevas, escondrijos y calabozos
En las fortalezas de las montañas, en las cuevas y guaridas de la
tierra, el Salvador revela su presencia y su gloria.
Un poco más de tiempo, y el que ha de venir vendrá y no tardará.
Sus ojos, como llama de fuego penetran en las prisiones bien custo-
diadas para buscar a los que están ocultos, porque sus nombres están
escritos en el libro de vida del Cordero. Esos ojos del Salvador están
por encima de nosotros, a nuestro alrededor, y ven toda dificultad,
disciernen todo peligro, y no hay lugar donde no puedan penetrar,
no hay aflicciones o sufrimientos de su pueblo que escapen a la
simpatía de Cristo...
El hijo de Dios quedará aterrorizado ante la primera visión de
la majestad de Jesús. Sentirá que no podrá vivir ante su sagrada
presencia. Pero al igual que Juan, oye decir: “No temas”. Jesús
colocó su mano derecha sobre Juan y lo levantó del suelo. Así