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La iglesia de Dios de los últimos días
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Aquellos que viven en países distantes no se atreven a hacer lo
que su juicio les dice que es correcto, a menos que primeramente
pidan permiso a Battle Creek. Antes de avanzar, esperan el Sí o el
No de aquel lugar.—
Special Testimonies, Series A 9:32 (1896)
.
No es sabio escoger a un solo hombre como presidente de la
Asociación General. La obra de la Asociación General se ha extendi-
do, y algunas cosas se han hecho innecesariamente complicadas. Se
ha manifestado una falta de discernimiento. Debe haber una división
del campo, o debe idearse algún otro plan para cambiar el actual
estado de cosas
Testimonios para los Ministros, 342 (1896)
.
Los dirigentes imprudentes no hablan por Dios
La voz de Battle Creek, que ha sido considerada como autoridad
para aconsejar cómo debiera hacerse la obra, ya no es la voz de
Dios.—
Manuscript Release 17:185 (1896)
.
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Han pasado algunos años desde que he considerado a la Aso-
ciación General como la voz de Dios.—
Manuscript Release 17:216
(1898)
.
El hecho de que estos hombres debieran estar en un sitial sagrado,
como si fueran la voz de Dios al pueblo, como creíamos que la
Asociación General lo era, es un asunto del pasado.—
The General
Conference Bulletin, 25 (3 de abril de 1901)
.
No se necesita una nueva denominación
Usted toma pasajes de los
Testimonios
que hablan de la termina-
ción del tiempo de gracia, del zarandeo entre el pueblo de Dios, y
La Iglesia Adventista del Séptimo Día fue organizada en 1863 con 3.500 miembros,
media docena de asociaciones locales, unos treinta obreros ministeriales, y un comité de
la Asociación General de tres miembros. El presidente de la Asociación General era bien
capaz de proveer el liderazgo y el consejo requeridos por una organización tan pequeña.
Podía asistir personalmente a cada reunión importante y en adición, dar atención personal
a muchos de los asuntos relacionados con la obra de publicaciones. Sin embargo, hacia
1896 la obra de la iglesia se había expandido en los Estados Unidos y también se había
extendido a Europa, Australia y Africa. Ya no era posible que un hombre supervisara y
dirigiera adecuadamente una obra de tanto alcance. Elena de White instó a que se hiciera
una división del campo, de tal manera que los miembros de nuestra iglesia alrededor del
mundo no se dirigiesen sólo a un hombre en busca de consejo. Esto se logró creando
uniones de asociaciones y divisiones mundiales.