Página 117 - El Evangelismo (1994)

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El esfuerzo público
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palabra robada, cualquiera sea su posición. “Santo y terrible es su
nombre”. [“Reverendo”, en la versión inglesa.] Deshonramos a Dios
cuando usamos esta palabra donde no corresponde.—
The Youth’s
Instructor, 7 de julio de 1898
.
Hombres humildes que manejan temas grandiosos
—Los mi-
nistros del Evangelio han de presentar la verdad con su sencillez,
por medio de la bendición de Dios que hace que las Escrituras sean
útiles para enseñar, para redargüir, para corregir, para instituir en
justicia. “Que traza bien la Palabra de verdad”: ésta es la palabra
que debería decirse acerca de todos nuestros ministros.
Pero muy por el contrario, muchos de nuestros pastores se han
apartado de los planes de Cristo. Codician la alabanza de los hom-
bres, y aguzan cada facultad en un esfuerzo por encontrar y presentar
cosas maravillosas. El Señor me pide que les aconseje andar hu-
mildemente y con oración con él... Estad dispuestos a ser hombres
humildes que manejan temas grandiosos.—
Manuscrito 62, 1905
.
No hay que buscar notoriedad
—No hay grandes hombres en-
tre nosotros, y ninguno debería procurar aparentar lo que no es,
un hombre notable. No obra con sabiduría la persona que actúa
como si poseyera un gran talento, como si fuera un Moody o un
Sankey.—
The Review and Herald, 8 de diciembre de 1885
.
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El mensaje, no el hombre
—El ministro que ha aprendido de
Cristo tendrá siempre conciencia de que es un mensajero de Dios,
comisionado por él para realizar una obra, tanto para el tiempo
como para la eternidad. No debe constituir en absoluto una parte
de su objetivo llamar la atención a sí mismo, a sus conocimientos,
a su habilidad, sino que la totalidad de su blanco debe ser guiar a
los pecadores al arrepentimiento, señalándoles, por precepto y por
ejemplo, al Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. El
yo debe estar escondido en Cristo. Tales hombres hablarán como
quienes son conscientes de poseer poder y autoridad procedentes de
Dios, como sus portavoces. Sus discursos tendrán una seriedad y un
fervor de persuasión que inducirá a los pecadores a ver su condición
perdida y a refugiarse en Cristo.—
The Review and Herald, 8 de
agosto de 1878
.
Juan era sólo una voz
—Mirando con fe al Redentor, Juan se
había elevado a la altura de la abnegación. El no trataba de atraer a
los hombres a sí mismo, sino de elevar sus pensamientos siempre