Página 153 - El Evangelismo (1994)

Basic HTML Version

El mensaje y su presentación
149
“Su señoría—contestó el señor Betterton—, con el debido respeto
a su gracia, permítame decirle que la razón es sencilla: reside en el
poder del entusiasmo. Nosotros, en el escenario, hablamos de cosas
imaginarias como si fuesen reales; y vosotros, en el púlpito, habláis
de cosas reales como si fuesen imaginarias”.—
Consejos para los
Maestros Padres y Alumnos, 241 (1913)
.
No debe haber transigencias
—No debemos apocarnos y pe-
dirle perdón al mundo por tener que decirle la verdad: debemos
[135]
despreciar todo ocultamiento. Desplegad vuestros colores para ha-
cer frente a la causa de los hombres y los ángeles. Entiéndase que
los adventistas del séptimo día no pueden aceptar transigencias. En
vuestras opiniones y fe no debe haber la menor apariencia de incerti-
dumbres: el mundo tiene derecho a saber qué esperar de vosotros.—
Manuscrito 16, 1890
.
Nuestro mensaje mundial
—Somos uno en fe en lo que respecta
a las verdades fundamentales de la Palabra de Dios... Tenemos un
mensaje mundial. Los mandamientos de Dios y los testimonios de
Jesucristo son la carga de nuestro trabajo.—
Carta 37, 1887
.
Predicad para lograr un reavivamiento
—Arrepentíos, arre-
pentíos, era el mensaje que hacía resonar la voz de Juan el Bautista
en el desierto. El mensaje de Cristo a la gente era: “Si no os arrepen-
tís, todos pereceréis igualmente”.
Lucas 13:5
. Y a los apóstoles se les
ordenó predicar por doquiera que los hombres debían arrepentirse.
El Señor desea que sus siervos hoy en día prediquen la antigua
doctrina evangélica: dolor por el pecado, arrepentimiento y confe-
sión. Necesitamos sermones de cuño antiguo, costumbres de cuño
antiguo, padres y madres en Israel de cuño antiguo. Debe trabajarse
por el pecador, con perseverancia, con fervor, sabiamente, hasta que
él vea que es un transgresor de la ley de Dios, y manifieste arre-
pentimiento hacia Dios y fe hacia el Señor Jesucristo.—
Manuscrito
111
.
Una predicación reconfortante y poderosa
—Debéis tener en
cuenta una clara comprensión del Evangelio. La vida religiosa no es
sombría ni triste, sino llena de paz y gozo y rodeada de una dignidad
como la de Cristo y de una santa solemnidad. Nuestro Salvador no
nos estimula a que abriguemos dudas, temores y presentimientos
perturbadores; estos sentimientos no proporcionan alivo al alma, y
por lo tanto deberían ser rechazados, y de ninguna manera encomia-