Página 154 - El Evangelismo (1994)

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El Evangelismo
dos. Podemos disfrutar de un gozo inefable y estar llenos de gloria.
Pongamos de lado nuestra indolencia y estudiemos con más constan-
cia la Palabra de Dios. Si alguna vez hemos necesitado la compañía
del Espíritu Santo, si alguna vez hemos necesitado predicar con el
poder del Espíritu, es ahora mismo.—
Manuscrito 6, 1888
.
La verdad presente como un mensaje gozoso
—Ahora mismo
debemos proclamar la verdad presente con seguridad y poder. No
hagáis resonar una nota triste; no entonéis himnos fúnebres.—
Carta
311, 1905
.
Cómo predicar acerca de las calamidades
—Levantad a los
que están caídos. Tratad las calamidades como si fueran bendiciones
disfrazadas, y las desgracias como si fueran favores. Trabajad de
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tal manera que la esperanza brote en lugar de la desesperación.—
Testimonies for the Church 7:272 (1902)
.
El apresuramiento produce discursos insípidos
—Cuando
vais apresuradamente de una cosa a otra, cuando tenéis tanto que ha-
cer que no os queda tiempo para conversar con Dios, ¿cómo podéis
esperar tener poder en vuestro trabajo? La razón por la cual tantos
ministros predican discursos insípidos y sin vida es que permiten
que una cantidad de cosas de naturaleza mundana ocupe su tiempo
y su atención.—
Testimonies for the Church 7:251 (1902)
.
Evitad los discursos enfermizos
—Los puntos cortos, hechos
claros, que eviten toda divagación, serán de la mayor ventaja. Dios
no quiere que agotéis vuestras energías antes de venir a la reunión,
ora sea en escribir o en alguna otra ocupación, pues cuando venís
con una mente cansada, dais a la gente un discurso muy imperfecto.
Poned vuestras energías más frescas en la obra, y no permitáis que
la más leve sombra de imperfección se vea en cualquiera de vuestros
esfuerzos.
Si por alguna razón cualquiera estáis cansados y agostados, por
el amor de Cristo, no intentéis dar un discurso. Que otra persona que
no esté así agotada hable, corto, al punto, o en su defecto tened un
estudio bíblico; cualquier cosa menos discursos enfermizos. Estos
harán menos mal cuando todos son creyentes, pero cuando la verdad
ha de ser proclamada ante gente que no es de la fe, el orador debe
prepararse para la tarea. No debe divagar por toda la Biblia, sino dar
un discurso claro, organizado, que muestre que él comprende los
puntos que desea presentar.—
Carta 48, 1886
.