Página 155 - El Evangelismo (1994)

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El mensaje y su presentación
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Adornos artificiales
—Dios pide que los ministros del Evange-
lio no traten de engrandecerse introduciendo adornos artificiales en
sus discursos, que no busquen la alabanza y los aplausos humanos, y
que no ambicionen una vana manifestación de intelectualidad y elo-
cuencia. Sea la ambición de los ministros investigar cuidadosamente
la Biblia para aprender tanto como sea posible acerca de Dios y de
Cristo, a quien él ha enviado. Cuanto más claramente comprendan a
Cristo los ministros y aprehendan su espíritu, con tanto mayor poder
predicarán la verdad sencilla de la que Cristo es el centro.—
The
Review and Herald, 24 de marzo de 1896
.
Sermones “elocuentes”
—El ministro puede elevarse hacia el
cielo por medio de descripciones poéticas y presentaciones capricho-
sas que agradan a los sentidos y estimulan la imaginación, pero que
están alejadas de la vida diaria y de las necesidades cotidianas y que
no llevan directamente al corazón las verdades que son de un interés
tan vital. Las necesidades inmediatas y las pruebas del momento,
necesitan pronta ayuda y poder: la fe que obra amor y purifica el
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alma y no palabras que no ejerzan una verdadera influencia sobre la
vida diaria en el cristianismo práctico.
El ministro puede pensar que con su elocuencia imaginativa ha
hecho mucho por alimentar la grey de Dios; los oyentes pueden
suponer que nunca antes habían escuchado temas tan hermosos,
que hasta entonces no habían escuchado la verdad revestida con
un lenguaje tan magnífico, y como Dios les ha sido presentado en
su grandeza se sienten envueltos por la emoción. Pero seguid de la
causa al efecto todo este éxtasis de los sentimientos causado por esas
exposiciones imaginativas. Puede ser que haya verdades, pero con
demasiada frecuencia no constituyen el alimento que los fortificará
para las diarias batallas de la vida.—
Manuscrito 59, 1900
.
Introducción de asuntos secundarios
—Los hermanos no de-
berían suponer que es una virtud mantenerse apartados porque no
están exactamente de acuerdo en todos los puntos menores. Si con-
cuerdan en las verdades fundamentales no deberían diferir ni discutir
por asuntos de poca importancia. El espaciarse en cuestiones que
confunden, y que después de todo no son de importancia vital, tien-
de a apartar la mente de las verdades vitales para la salvación de
las almas. Los hermanos no deberían estimular la consideración de
estos asuntos secundarios que con mucha frecuencia ni ellos mismos