Página 156 - El Evangelismo (1994)

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El Evangelismo
comprenden, y que constituyen puntos que ellos no saben si forman
parte de la verdad y que no son esenciales para la salvación...
Se me ha mostrado que el enemigo se propone apartar las mentes
hacia algún punto oscuro o sin importancia, hacia algo que no ha
sido plenamente revelado o que no es esencial para la salvación. Esto
se convierte en el tema absorbente de la “verdad presente”, cuando
todas las investigaciones y suposiciones consiguen únicamente os-
curecer más el asunto y confundir las mentes de algunas personas
que debían procurar obtener la unidad mediante la santificación de
la verdad.—
Manuscrito 111
.
Predicad las verdades que constituyen una piedra de to-
que
—Si permitimos que la mente siga su propio curso habrá in-
contables puntos de diferencia que puedan ser debatidos por los
hombres que hacen de Cristo su esperanza, y que aman la verdad
con sinceridad, y sin embargo, sostienen opiniones opuestas sobre
temas que no son de real importancia. Estos asuntos debatibles no
deben ser puestos sobre el tapete y presentados públicamente, sino
que deben presentarse en forma reservada y sin controversia, si son
sostenidos por alguien...
Un obrero noble, devoto y espiritual, verá en las grandes ver-
dades decisivas que forman el solemne mensaje que debe ser dado
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al mundo, suficiente razón para ocultar todas las diferencias meno-
res más bien que ponerlas sobre el tapete para que sean objeto de
contención. Espáciese la mente en la gran obra de la redención, la
pronta venida de Cristo y los mandamientos de Dios; y se encontra-
rá que hay suficiente alimento para el pensamiento en estos temas
como para ocupar toda la atención.—
The Review and Herald, 11 de
septiembre de 1888
.
La voz en la presentación del sermón
—Predicad brevemente,
gobernad vuestra vo
, colocad toda la expresión y la melodía que
podáis en ella, y se evitará este terrible agotamiento a que está
expuesto al predicador que hace sermones largos e interminables...
Mucho del efecto de los discursos se pierde debido a la manera
en que éstos son presentados. El orador frecuentemente olvida que
es un mensajero de Dios y que Cristo y sus ángeles están en su
auditorio como oyentes. Su voz no debe elevarse a un tono muy alto,
Véase
las, 482-486
, “La voz del obrero evangélico”.