Página 157 - El Evangelismo (1994)

Basic HTML Version

El mensaje y su presentación
153
gritando la verdad como si fuera una trompeta; porque esto es más
poder nervioso que un espíritu tranquilo y el poder del Espíritu Santo.
Jesús, el más grande Maestro del mundo, era tranquilo, ferviente,
impresionante en sus discursos. El es nuestro ejemplo en todas las
cosas.—
Carta 47, 1886
.
Gesticulaciones violentas
—El Señor pide que Ud. mejore de-
finidamente su manera de presentar la verdad. No necesita ser sen-
sacionalista. Predique la Palabra, así como Cristo, el Hijo de Dios,
predicaba la Palabra. Las gesticulaciones violentas desvirtúan las
impresiones que la verdad produciría en los corazones humanos,
y disminuyen la fuerza de la manifestación del Espíritu de Dios.
Borran las impresiones solemnes concernientes a la Palabra de Dios
que los santos ángeles desearían que se hiciesen en las mentes...
Hermano mío, el Señor me ha dado un mensaje para Ud. El
ministro evangélico se ocupa de una obra solemnísima y sacratísima.
En toda reunión donde se enseña la Palabra de Dios, los ángeles están
presentes, y los que dirigen tales reuniones deben trabajar con tanta
solemnidad como la que Cristo manifestó en sus enseñanzas. A cada
presentación de la Biblia debe imprimirse el molde correcto.—
Carta
366, 1906
.
Cristo, el centro del mensaje
Jesucristo es el gran centro de atracción
—El mensaje del ter-
cer ángel exige la presentación del sábado del cuarto mandamiento,
y esta verdad debe presentarse al mundo; pero el gran centro de
[139]
atracción, Cristo Jesús, no debe ser dejado fuera del mensaje del
tercer ángel...
El pecador debe mirar siempre hacia el Calvario; y con la fe
sencilla de un niñito, debe descansar en los méritos de Cristo, acep-
tando su justicia y creyendo en su misericordia. Los que trabajan
en la causa de la verdad deben presentar la justicia de Cristo.—
The
Review and Herald, 20 de marzo de 1894
.
Destacad a Cristo
—Cristo crucificado, Cristo resucitado, Cristo
ascendido al cielo, Cristo que va a volver, debe enternecer, alegrar y
llenar de tal manera la mente del predicador, que sea capaz de presen-
tar estas verdades a la gente con amor y profundo fervor. Entonces
el predicador se perderá de vista, y Jesús quedará manifiesto.