Página 162 - El Evangelismo (1994)

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El Evangelismo
salvación y redención—el Hijo de Dios levantado en la cruz. Tal
ha de ser el fundamento de todo discurso pronunciado por nuestros
ministros.—
Obreros Evangélicos, 330 (1915)
.
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Cristo y su justicia
—Cristo y su justicia: sea ésta nuestra plata-
forma, la misma vida de nuestra fe.—
The Review and Herald, 31 de
agosto de 1905
.
Es en verdad el mensaje del tercer ángel
—Varias personas
me han escrito preguntando si el mensaje de la justificación por la fe
es el mensaje del tercer ángel, y les he respondido: “Es ciertamente
el mensaje del tercer ángel”.—
The Review and Herald, 10 de abril
de 1890
.
Presenta a un Salvador exaltado
—Este mensaje tenía que pre-
sentar en forma más destacada ante el mundo al sublime Salvador,
el sacrificio por los pecados del mundo entero. Presentaba la justifi-
cación por la fe en el Garante [Cristo]; invitaba a la gente a recibir
la justicia de Cristo, que se manifiesta en la obediencia a todos los
mandamientos de Dios. Muchos habían perdido de vista a Jesús.
Necesitaban dirigir sus ojos a su divina persona, a sus méritos, a su
amor inalterable por la familia humana. Todo el poder es coloca-
do en sus manos, y él puede dispensar ricos dones a los hombres,
impartiendo el inapreciable don de su propia justicia al desvalido
agente humano. Este es el mensaje que Dios ordenó que fuera dado
al mundo. Es el mensaje del tercer ángel, que ha de ser proclamado
en alta voz, y acompañado por el derramamiento de su espíritu en
gran medida.
El exaltado Salvador ha de aparecer en su obra eficaz como el
Cordero inmolado, sentado en el trono, para dispensar las inaprecia-
bles bendiciones del pacto, los beneficios que pagó con su vida en
favor de toda alma que había de creer en él. Juan no pudo expresar
ese amor en palabras porque era demasiado profundo, demasiado
ancho e invitó a la familia humana a contemplarlo. Cristo está inter-
cediendo por la iglesia en los atrios celestiales, abogando en favor
de aquellos por quienes pagó el precio de la redención con su propia
sangre. Los siglos y las edades nunca pueden aminorar la eficacia
de este sacrificio expiatorio. El mensaje del Evangelio de su gracia
tenía que ser dado a su iglesia con contornos claros y distintos, para
que el mundo no siguiera afirmando que los adventistas del séptimo
día hablan mucho de la ley, pero no predican a Cristo, ni creen en él.