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El Evangelismo
La actitud moderna hacia la verdad profética
—Como anti-
guamente, se oponían al testimonio claro de la Palabra de Dios con
la pregunta: “¿Ha creído en él alguno de los príncipes, o de los
Fariseos?” Y al ver cuán difícil era refutar los argumentos de los
pasajes proféticos, muchos dificultaban el estudio de las profecías,
enseñando que los libros proféticos estaban sellados y que no se
podían entender. Multitudes que confiaban implícitamente en sus
pastores, se negaron a escuchar el aviso, y otros, aunque convenci-
dos de la verdad, no se atrevían a proclamarlo, “por no ser echados
de la sinagoga”. El mensaje que Dios había enviado para probar y
purificar la iglesia reveló con exagerada evidencia cuán grande era
el número de los que habían concentrado sus afectos en este mundo
más bien que en Cristo. Los lazos que los unían a la tierra eran más
fuertes que los que los atraían hacia el cielo. Prefirieron escuchar
la voz de la sabiduría humana y no hicieron caso del mensaje de la
verdad destinado a escudriñar los corazones.—
El Conflicto de los
Siglos, 430, 431 (1888)
.
Familiarizados con toda línea de la historia profética
—
Aquellos jóvenes que deseen dedicarse al ministerio, o que ya lo
hayan hecho, deben familiarizarse con toda línea de la historia
profética.—
Obreros Evangélicos, 103 (1915)
.
Luz acrecentada sobre las profecías
—Brillará una luz acre-
centada sobre todas las grandes verdades de la profecía, y serán
comprendidas con frescura y brillantez, porque los radiantes rayos
del Sol de justicia iluminarán todo el conjunto.
¿Creemos que estamos llegando a la crisis, que estamos viviendo
en las últimas escenas de la historia de la tierra? ¿Nos despertaremos
ahora para hacer la obra que este tiempo exige, o esperaremos a que
las cosas que yo he presentado ocurran?—
Manuscrito 18, 1888
.
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Profecías ya hechas claras
—El Señor desea que todos com-
prendan su trato providencial ahora, precisamente ahora, en el tiem-
po en que vivimos. No debe haber largas discusiones que presenten
nuevas teorías con respecto a las profecías que Dios ya ha aclara-
do. La gran obra de la cual el alma no debe ser desviada ahora, es
la consideración de nuestra seguridad personal a la vista de Dios.
¿Están nuestros pies sobre la Roca de los siglos? ¿Estamos escon-
diéndonos en nuestro único Refugio? La tormenta viene, inexorable
en su furia. ¿Estamos preparados para hacerle frente? ¿Somos uno