Página 203 - El Evangelismo (1994)

Basic HTML Version

La predicación de las verdades distintivas
199
veniente. El ha estado cerca con sus artificios, presentándole a Ud.
las ventajas que tendría si no observara el sábado, y las desventajas
que resultarían de guardarlo. Ha preparado estas diversas excusas
[180]
para inducirlo a no efectuar su decisión de obedecer la ley de Dios.
Satanás es un engañador. Falsifica el carácter de Dios, y Ud. ha
aceptado su tentación. Todas las imaginaciones que Ud. se ha hecho
han demostrado falta de confianza en su Padre celestial.
Pensó que después de haber alcanzado cierta prosperidad en
su negocio, obedecería el sábado del cuarto mandamiento. Pero
el Señor exige de cada uno de sus súbditos total obediencia. Los
requisitos de Dios le fueron presentados a Ud., y Ud. ha estado
imponiendo condiciones a Dios. Y todo el tiempo Satanás ha estado
trabajando para hacerle a Ud. cada vez más imposible, a medida que
consideraba el asunto, decidirse a guardar el sábado. Se ha estado
volviendo Ud. cada vez menos susceptible a la obra del Espíritu de
Dios sobre su corazón. El Señor me ha dado un mensaje para Ud.
y para sus hijos, de que asuman el deber que han descuidado por
mucho tiempo, de andar en la luz como él está en luz. “Amarás al
Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma y de toda tu
mente”. “Haz esto—dijo Cristo a un doctor de la ley—y vivirás”.
Esta es la voz de Dios a Ud. mismo y a sus hijos. La ley de Dios
es buena, justa y provechosa para todos los que obedecen, y Ud.
mostrará que honra a quien obedece.
Cuando su mente se haya puesto de acuerdo con la voluntad
de Dios, para obedecer sus mandamientos, ¿piensa que el Señor no
tendrá cuidado de Ud. y de sus intereses temporales? Casi ha estado
persuadido, pero no obedeció. Pensó esperar hasta que el camino se
aclara ante Ud. El Señor ha hecho a todo agente humano responsa-
ble de su conducta. Las exigencias de Dios han de ser su primera
consideración. La obediencia a Dios es su primer deber. Ha de dejar
todas las consecuencias en las manos del Señor. Ha estado vacilando
porque ahora no se da cuenta de las poderosas convicciones que
una vez tuvo, y no quiere someterse para obedecer. No necesita
esperar una convicción tan profunda otra vez. Tendrá que obedecer
a Dios y hacer su resolución en favor de la verdad, sintiéndolc o sin
sentirlo. Lo que debe hacer ahora es trabajar resueltamente desde
el mismo principio, para hacer sus decisiones, cualesquiera sean las
consecuencias.—
Carta 72, 1893
.