Página 223 - El Evangelismo (1994)

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La predicación de las verdades distintivas
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gran nombre y honor ante sus semejantes, utilizando para divertirse
las dotes que le fueron dadas por Dios.—
Manuscrito 42, 1898
.
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El trabajo en favor de los amantes de los placeres
—En lugar
de menospreciar el pozo de Jacob, Cristo presentó algo infinitamente
mejor... Ofreció a la mujer algo mejor que cualquier cosa que ella
tuviera: el agua viva, el gozo y la esperanza del Evangelio del reino.
Esta es una ilustración de la manera en que hemos de obrar.
Es de poca utilidad que vayamos a los amantes de los placeres, a
los que asisten a los teatros, a los que participan en las carreras, a
los bebedores y los jugadores, y reprocharlos con menosprecio por
sus pecados. Esto no hará ningún bien. Debemos ofrecerles algo
mejor que lo que tienen, la misma paz de Cristo que sobrepuja todo
entendimiento...
Estas pobres almas están ocupadas en una búsqueda desenfre-
nada de los placeres mundanales y las riquezas terrenas. No tienen
conocimiento de otra cosa más deseable. Pero los juegos, los teatros
y las carreras de caballos no satisfarán el alma. Los seres humanos
no fueron creados para ser satisfechos de esta manera, para gastar
su dinero en lo que no es pan. Mostradles cuán infinitamente supe-
rior a los placeres pasajeros del mundo es la gloria imperecedera
del cielo. Tratad de convencerlos de la libertad, la esperanza, el
descanso y la paz que se encuentran en el Evangelio. “Mas el que
bebiere del agua que yo le daré, para siempre no tendrá sed”, declaró
Cristo.—
Manuscrito 12, 1901
.
Instrucciones acerca de la vestimenta y los placeres
—Los
principios de la vida cristiana deberían presentarse claramente a los
conversos que han aceptado recientemente la verdad. Hombres y
mujeres, cristianos fieles, deberían manifestar un intenso interés en
proporcionar a las almas convencidas de culpa un conocimiento co-
rrecto de lo que es la justicia de Cristo Jesús. Si alguno ha permitido
el predominio del deseo de placer o del amor a la vestimenta, hasta
el punto en que una parte de su mente, de su alma y de su fuerza
es dedicada a la complacencia egoísta, los fieles creyentes deberían
velar sobre esas almas como quienes saben que han de rendir cuenta
por su actitud hacia ellas. No deben descuidar la instrucción fiel,
tierna y amante que es tan esencial para los nuevos conversos, a fin
de que la obra se realice completamente en ellos.—
Manuscrito 56,
1900
.