Página 225 - El Evangelismo (1994)

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La predicación de las verdades distintivas
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Mantengámonos en armonía con nuestra fe
—La abnegación
en la indumentaria es parte de nuestro deber cristiano. El vestir
sencillamente y abstenerse de ostentar joyas y ornamentos de toda
clase, está de acuerdo con nuestra fe. ¿Pertenecemos a las personas
que ven la necedad de las cosas mundanales en lo que respecta
a complacer la extravagancia del vestido, así como en el amor a
las diversiones? Si es así, debemos ser de la clase de personas que
huyen de todo lo que prestan sanción a este espíritu que está tomando
posesión de la mente y del corazón, de los que viven únicamente
para este mundo y no tienen pensamiento alguno o cuidado del
mundo venidero.—
Testimonies for the Church 3:366 (1875)
.
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Con Cristo o con el mundo
—Una hermana que pasó algunas
semanas en una de nuestras instituciones en -----, dijo que se había
sentido muy chasqueada por lo que había visto y oí do en ese lugar...
Antes de aceptar la verdad, había seguido las modas del mundo en
el vestir y había llevado costosas joyas y otros adornos; pero cuando
decidió obedecer la Palabra de Dios, sintió que sus enseñanzas re-
querían que abandonase toda extravagancia y todo adorno superfluo.
Aprendió que los adventistas no llevan joyas, oro, plata ni piedras
preciosas, y que no siguen las costumbres del mundo en el vestir.
Cuando vio entre los que profesan la fe un alejamiento tan notable de
la sencillez bíblica, se sintió asombrada. ¿No tenían ellos la misma
Biblia que ella había estado estudiando y a la que se había esforzado
por conformar su vida? ¿Había sido su experiencia pasada un mero
fanatismo? ¿Había ella interpretado mal las palabras del apóstol?:
“La amistad del mundo es enemistad contra Dios. Cualquiera, pues,
que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios”.
Santiago 4:4
.
La Sra. D, una dama que ocupa un cargo en la institución, fue
a visitar a otra señora. La dama visitada sacó de un cofre un collar
y una cadena de oro y expresó su deseo de vender esas joyas para
dar el dinero a la tesorería del Señor La Sra. D dijo: “¿Para qué va
a venderlos? Si fueran míos, yo los usaría”. “¡Cómo!—replicó la
dueña de las joyas—. Cuando recibí la verdad, me enseñaron que
debía dejar de lado todas esas cosas. Ciertamente no están de acuerdo
con la Palabra de Dios”. Y luego citó a su visitante las palabras de
Pedro y Pablo que atañen a este punto: “Asimismo que las mujeres
se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado