Página 226 - El Evangelismo (1994)

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El Evangelismo
ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas
obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad”.
1 Timoteo
2:9, 10
. “Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de
adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón,
en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de
grande estima delante de Dios”.
1 Pedro 3:3, 4
.
Como respuesta a esto, la visitante mostró un anillo de oro
que llevaba en el dedo, el que le había sido dado por una persona
incrédula, y dijo que ella pensaba que no había ningún mal en usar
tales adornos. “Ahora no somos tan escrupulosos como antes—le
aseguró—. Nuestro pueblo había tenido escrúpulos excesivos en sus
opiniones acerca de la vestimenta. Las damas de esta institución usan
relojes y cadenas de oro y se visten como el resto de la gente. No es
una práctica conveniente el ser tan singulares en nuestra manera de
vestir, porque de ese modo no podemos ejercer mucha influencia”.
[201]
Preguntamos: ¿Está esto de acuerdo con las enseñanzas de Cris-
to? ¿Debemos seguir la Palabra de Dios o las costumbres del mundo?
Nuestra hermana decidió que lo más seguro consistía en adherirse a
la norma establecida por la Biblia. La Sra. D y otras personas que
tienen una conducta similar, ¿sentirán deseos de hacer frente a los
resultados de sus influencias, en ese día cuando toda persona recibirá
una paga que esté de acuerdo con sus obras?
La Palabra de Dios es clara. No es posible confundir sus ense-
ñanzas. ¿La obedeceremos tal como él la ha dado, o trataremos de
ver cuánto podemos apartarnos de ella y ser salvados lo mismo?
Ojalá que todas las personas que trabajan en nuestras instituciones
reciban la luz divina y sigan en pos de ella, y en esta forma puedan
compartirla con todos los que andan en las tinieblas.
La conformidad con el mundo es un pecado que está debilitando
la espiritualidad de nuestro pueblo y que está impidiendo gravemente
su utilidad. Es inútil proclamar el mensaje de amonestación al mundo
mientras nosotros lo negamos en nuestras transacciones de la vida
diaria.—
The Review and Herald, 28 de marzo de 1882
.
Una obra de corazón
—Hay muchos que intentan corregir la
vida de los demás atacando lo que ellos consideran como hábitos
erróneos. Van a algunos que piensan que están en error y señalan sus
defectos. Dicen: “Ud. no viste como debiera”. Tratan de eliminar los
ornamentos o todo lo que parece ofensivo, pero no tratan de afirmar