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El Evangelismo
tomar estas cosas, y si se propone hacer una aplicación personal de
ellas. Entonces debéis vigilar y observar si éste o aquél manifiesta
interés. Cinco palabras que se les hable en privado, harán más que
todo lo que el discurso ha hecho.—
Manuscrito 19b, 1890
.
El Espíritu Santo da eficacia al llamado
—Si buscáis al Señor,
descartando todo mal hablar y todo egoísmo, y continuáis perse-
verando en oración, el Señor se acercará a vosotros. Es el poder
del Espíritu Santo lo que concede eficacia a vuestros esfuerzos y a
vuestras invitaciones. Humillaos ante Dios, para que con el poder
divino podáis elevaros a una norma más alta.—
Manuscrito 20, 1905
.
El amor de Jesús conmueve los corazones
—Dios y su Hijo
amado deben ser presentados a la gente con toda la abundancia del
amor que han manifestado hacia el hombre. Para destruir las barreras
del prejuicio y de la impenitencia, el amor de Cristo debe figurar en
cada discurso. Haced saber a los hombres cuánto los ama Jesús y
mostradles las evidencias que él les ha dado de ese amor. No hay otro
amor que podría compararse con el amor que Dios ha manifestado
por el hombre mediante la muerte de Cristo en la cruz. Cuando el
corazón está lleno con el amor de Jesús, esto puede presentarse a la
gente y tendrá efecto en los corazones.—
Carta 48, 1886
.
Ayudad a las almas a convertirse
La experiencia de la conversión genuina
—Se me ha mostrado
que muchos tienen ideas confusas con respecto a la conversión. Han
oído repetir a menudo desde el púlpito las palabras: “Os es necesario
nacer otra vez”. “Debéis tener un nuevo corazón”. Estas expresiones
los han preocupado. No podían comprender el plan de salvación.
Muchos han marchado a los tumbos hacia la ruina debido a las
erróneas doctrinas enseñadas por algunos pastores concernientes
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al cambio que ocurre en la conversión. Algunos han vivido en la
tristeza durante años, esperando alguna señalada evidencia de que
eran aceptados por Dios. Se han separado en gran medida del mundo,
y hallan placer en asociarse con el pueblo de Dios; sin embargo, no
osan profesar a Cristo, porque temen que sería presunción decir que
son hijos de Dios. Están esperando el cambio extraordinario que han
sido inducidos a creer que está relacionado con la conversión.