Página 240 - El Evangelismo (1994)

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El Evangelismo
Las conversiones no son todas iguales
—No todos están cons-
tituidos de la misma manera. No todas las conversiones son iguales.
Jesús impresiona el corazón y el pecador renace para vivir una vi-
da nueva. A menudo las almas han sido atraídas a Cristo sin que
mediara una convicción violenta, ni desgarramiento del alma, ni
terrores llenos de remordimiento. Miraron a un Salvador que había
sido elevado; y vivieron. Vieron la necesidad del alma; vieron la
suficiencia del Salvador y sus requerimientos; oyeron su voz dicien-
do: “Seguidme”, y se levantaron y lo siguieron. Esta conversión fue
genuina, y la vida religiosa tan decidida como la de otras personas
que sufrieron toda la agonía de un proceso violento.—
Carta 15a,
1890
.
Las conversiones no son precisas ni metódicas
—Los hombres
que calculan justamente cómo deben dirigirse los ejercicios religio-
sos, y que son muy precisos y metódicos en la tarea de difundir la
luz y la gracia que creen tener, sencillamente no tienen mucho del
Espíritu Santo...
Aunque no podemos ver el Espíritu de Dios, sabemos que hom-
bres que han estado muertos en la iniquidad y en los pecados, se
convencen de sus faltas y se convierten bajo su influencia. Los
descuidados y los decarriados aprenden a obrar con seriedad. Los
endurecidos se arrepienten de sus pecados y los incrédulos llegan
a creer. Los jugadores, los borrachos y los licenciosos se tornan
formales, sobrios y puros. Los rebeldes y los obstinados se tornan
humildes y semejantes a Cristo. Cuando vemos estos cambios en
el carácter podemos tener la seguridad de que el poder de Dios que
convierte ha transformado a todo el hombre. No hemos visto al Espí-
ritu Santo, pero hemos visto la evidencia de su trabajo en el carácter
de los que han sido cambiados, de los que habían sido pecadores
endurecidos y empedernidos. Así como el viento descarga su vio-
lencia sobre elevados árboles y los derriba, así también el Espíritu
Santo puede obrar en los corazones humanos, y ningún hombre finito
puede limitar la obra de Dios.
El Espíritu de Dios se manifiesta en diversas formas en hombres
diferentes. Una persona, bajo la acción de este poder puede temblar
ante la Palabra de Dios. Sus convicciones pueden ser tan profundas
que sentimientos huracanados y tumultuosos parecen luchar en su
corazón, y todo su ser queda postrado a causa del poder de la verdad