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El Evangelismo
dor y estén en realidad convertidos a Dios. Al Señor le agradaría más
tener seis personas verdaderamente convertidas a la verdad como
resultado de sus labores, que tener sesenta que hacen una profesión
nominal y que sin embargo, no están cabalmente convertidas. Estos
ministros deberían dedicar menos tiempo a la predicación de sermo-
nes y deberían reservar una parte de sus energías para visitar a las
personas interesadas y orar con ellas, instruyéndolas en la piedad “a
fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre”.
Colosenses
1:28
.
El amor de Dios debe morar en el corazón del maestro de la
verdad. Su propio corazón debe estar empapado con ese amor pro-
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fundo y fervoroso que Cristo poseyó; únicamente entonces fluirá
hacia otras personas. Los pastores deberían enseñar que todos los
que aceptan la verdad deberían producir frutos para gloria de Dios.
Deberían enseñar que el sacrificio de sí mismos debe practicarse
diariamente, que muchas cosas que han sido acariciadas deben ser
abandonadas, y que muchos deberes, aunque parezcan desagrada-
bles, deben realizarse. Los intereses comerciales, las fiestas sociales,
el ocio, el honor, la reputación, en suma, todas las cosas, deben so-
meterse al derecho superior y absoluto de Cristo.—
Testimonies for
the Church 4:317 (1879)
.
Una cabal consolidación
El evangelista debe completar sus instrucciones
—Un obrero
no debe nunca dejar sin hacer alguna parte del trabajo porque no
es agradable ejecutarla, pensando que el predicador que vendrá
después la hará en su lugar. Cuando tal es el caso, si el segundo
predicador sigue al primero y presenta los derechos que Dios tiene
sobre su pueblo, algunos retroceden, diciendo: “El predicador que
nos anunció la verdad no nos mencionó estas cosas”, y se ofenden
a causa de la palabra. Algunos se niegan a aceptar el sistema del
diezmo; se apartan y ya no andan más con los que creen y aman la
verdad. Cuando se les presentan otros temas, contestan: “No nos
enseñaron así”, y vacilan en progresar. ¡Cuánto mejor habría sido que
el primer mensajero de la verdad educase fiel y cabalmente a estos
conversos en todos los puntos esenciales, aunque fuese menor el