Página 287 - El Evangelismo (1994)

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La confirmación y retención de los nuevos conversos
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tomada a pecho por cada pastor. Una vez tras otra la voz de Cristo se
oye repitiendo la comisión dada a los subpastores: “Apacienta mis
corderos” y “Apacienta mis ovejas”.
En las palabras que fueron dirigidas a Pedro se expresan las
responsabilidades que atañen al ministro del Evangelio que tiene a
su cargo la grey de Dios.—
Carta 3, 1892
.
Apacentando el rebaño
—Hermanos míos en el ministerio evan-
gélico, apacentemos el rebaño de Dios. Introduzcamos valor y con-
tentamiento en cada corazón. Apartemos los ojos de nuestros her-
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manos de los rasgos negativos de carácter que casi todos poseen,
y enseñémosles a contemplar a Cristo, que es todo él codiciable y
señalado entre diez mil...
Dios ha confiado a los seres mortales preciosos tesoros de verdad.
Estas gemas pueden compararse a una hermosa fruta que ha de pre-
sentarse a la gente en vasos limpios, puros y santos, para que acepten
esa fruta y disfruten de ella para la gloria de Dios.—
Manuscrito 127,
1902
.
Visitad cada familia
—Como pastor del rebaño [el ministro]
debe cuidar las ovejas y los corderos, buscando a los perdidos y
descarriados, y trayéndolos de vuelta al redil. Debe visitar todas las
familias, no meramente como un huésped para gozar de su hospi-
talidad, sino para inquirir acerca de la condición espiritual de cada
miembro de la casa. Su propia alma debe estar imbuída del amor de
Dios; entonces, con amable cortesía, puede abrirse camino al cora-
zón de todos, y trabajar con éxito por los padres y los hijos, rogando,
amonestando, animando, como el caso lo exija.—
The Signs of the
Times, 28 de enero de 1886
.
Acercaos a los corazones
—Acercaos a vuestros hermanos; bus-
cadlos, ayudadlos; acercaos a sus corazones como quien se compade-
ce de sus flaquezas. Así podremos lograr victorias que nuestra débil
fe no ha imaginado. A los miembros de estas familias debe asignár-
seles algún trabajo que realizar para el bien de las almas. El amor y
la confianza mutuos les darán fuerza moral para ser colaboradores
con Dios.—
Manuscrito 42, 1898
.
Hay que arrancar las espinas
—Muchas personas que profesan
ser cristianas están tan enredades en preocupaciones mundanales que
no tienen tiempo para cultivar la piedad. No consideran que la verdad
sea de primera importancia. Puede ser que alguien reciba la verdad,