Página 306 - El Evangelismo (1994)

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El Evangelismo
Era imposible para el apóstol condenar la iniquidad sin que se
sintiese ofendido alguno que pretendía creer la verdad. El testimo-
nio inspirado no haría ningún bien a estas personas, porque habían
perdido su discernimiento espiritual. Los celos, las conjeturas ma-
lévolas y las actitudes denunciatorias habían cerrado la puerta a la
obra al Espíritu Santo. Pablo se hubiera espaciado gustosamente en
verdades superiores y más difíciles, en verdades ricas en nutrimento,
pero sus instrucciones habrían afectado directamente las tendencias
a los celos de sus oyentes, y no habrían sido recibidas. No pudo
hablarles de las doctrinas divinas acerca de la piedad, que los habrían
capacitado para aprehender las verdades necesarias para ese tiempo.
El apóstol tuvo que elegir lecciones que, como la leche, pudiesen
ser recibidas sin irritar los órganos digestivos. No pudo hablar de
las verdades que revestían un profundo interés porque los oyentes
habrían hecho una mala aplicación de ellas y las habrían presentado
a los recién convertidos que necesitaban las verdades más sencillas
de la Palabra...
[272]
Se requiere que los cristianos se santifiquen a Dios por medio
de Cristo. Si en la iglesia hay errores, deberían recibir inmediata
atención. Puede ser que algunas personas necesiten ser reprobadas
duramente. Esto no causará daño alguno a los que yerran. Los fieles
médicos del alma cortan profundamente para no dejar ningún resto
infeccioso que vuelva a brotar. Después que se ha dado el reproche
deben venir el arrepentimiento y la confesión, y así Dios perdonará
y sanará abundantemente. El siempre perdona cuando se hacen
confesiones.—
The Review and Herald, 11 de diciembre de 1900
.
Los perturbadores de Sion
—Hay en nuestras iglesias personas
que profesan la verdad y que son solamente obstáculos para la obra
de reforma. Son trabas para las ruedas del coche de la salvación.
Esta clase de personas está frecuentemente en dificultades. Las
dudas, los celos, la suspicacia, son los frutos del egoísmo, y parecen
estar entretejidos en su misma naturaleza. Llamaré a esta clase los
murmuradores crónicos de la iglesia. Hacen más daño en una iglesia
de lo que dos pastores pueden arreglar. Son una carga para la iglesia
y un gran peso para los ministros de Cristo. Viven en una atmósfera
de duda, celos y suspicacia. Se necesita mucho tiempo y labor de
los embajadores de Cristo para deshacer la obra de mal y restaurar
la armonía y la unión en la iglesia. Esto resta valor y fuerza a los