La confirmación y retención de los nuevos conversos
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siervos de Dios, y los inhabilita para la obra que él quiere que hagan
para salvar de la ruina a las almas que perecen. Dios recompensará
a estos perturbadores de Sion de acuerdo con sus obras.
Los ministros de Cristo deben ocupar su lugar, y no ser pertur-
bados en su obra por estos agentes de Satanás. Habrá suficiente de
estas cuestiones, sutilezas y críticas, para mantener a los pastores
de Dios constantemente ocupados, si se permiten ser desviados de
su gran obra de dar el último mensaje salvador de amonestación al
mundo. Si la iglesia no tiene fuerza para detener los sentimientos
no santificados y rebeldes de los miembros rezongones, es mejor
dejar que la iglesia y los rezongones se vayan a pique juntos, que
perder la oportunidad de salvar a centenares de personas que harían
mejores iglesias, y disponer de los elementos de fuerza, unión y
poder existentes en ellas.
Lo mejor que los pastores y las iglesias pueden hacer es dejar que
esta clase de personas buscadoras de faltas y tortuosas, se replieguen
hacia su propio elemento. Aléjense entonces de la orilla, vayan
hacia lo profundo, y arrojen de nuevo la red del Evangelio para
pescar aquello que recompensará el trabajo que les fue dedicado.
Satanás se regocija cuando aceptan la verdad hombres y mujeres
que naturalmente buscan faltas e introducen todas las tinieblas y
los obstáculos que pueden en el progreso de la obra de Dios. Los
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pastores no pueden hoy, en este importante período de la obra, ser
detenidos para sostener a los hombres y mujeres que han visto y
han sentido una vez la fuerza de la verdad. Deben establecer a los
cristianos creyentes en Cristo, quien puede sostenerlos y preservarlos
sin culpa hasta su aparecimiento, mientras ellos avanzan a nuevos
campos de labor.—
The True Missionary, febrero de 1874
.
El rebautismo
Cuando el primer bautismo no satisface
—Hay muchos hoy
en día que inconsctentemente han violado uno de los preceptos de
la ley de Dios. Cuando el entendimiento ha sido iluminado y las
exigencias del cuarto mandamiento son presentadas con fuerza ante
la conciencia, se ven a sí mismos como pecadores ante la vista de
Dios. “El pecado es transgresión de la ley” y “cualquiera que hubiere