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El Evangelismo
el Señor no retiró su Espíritu ni rehusó su presencia a causa de esto.
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Era lo mejor que su pueblo podía hacer en esos momentos, y él nun-
ca reprobó ni condenó sus esfuerzos cuando lo adoraron en espíritu
y en verdad. Pero ahora él nos ha bendecido con recursos, y nosotros
los gastamos haciendo atractivas nuestras casas y llevando a cabo
nuestros planes para agradarnos, honrarnos y glorificarnos a nosotros
mismos. El Señor no derramará sobre nosotros su bendición si nos
conformamos con dejarlo fuera de nuestros planes y con adorarlo en
un lugar más pobre y más inconveniente que en el lugar en que esta-
mos dispuestos a vivir; el Señor hará esto—repito—si colocamos
nuestros propósitos egoístas en un lugar supremo, y si relegamos a
Dios y a su culto a una posición secundaria.—
Manuscrito 23, 1886
.
Sencilla, bonita y perfecta en su diseño
—Dios no nos ha man-
dado que le erijamos un edificio que se compare en riqueza y es-
plendor con el templo. Pero hemos de edificar una humilde casa de
culto, sencilla, bonita y perfecta en su diseño.
Luego, traten aquellos que tienen medios, de ser tan liberales y
de tan buen gusto en la erección de un templo donde podamos adorar
a Dios como lo han sido en ubicar, edificar y amueblar sus propias
casas. Manifiesten una disposición y un deseo de mostrar mayor
honor a Dios que a sí mismos. Edifiquen con belleza, pero no con
extravagancia. Sea construida la casa en forma conveniente y cabal,
de manera que cuando sea presentada a Dios él pueda aceptarla, y
hacer que su Espíritu descanse sobre los adoradores que anhelan
solamente su gloria. Nada debe interponerse entre la gloria de Dios
y nosotros; no debe haber planes egoístas, ni proyectos egoístas, ni
propósitos egoístas. Debe haber armonía con Dios.—
Manuscrito 23,
1886
.
Edificios sólidos
—Algunos preguntarán: ¿Por qué la Hna. Whi-
te siempre emplea las palabras “sencillo, pulcro y sólido”, cuando
habla de edificios? Esto se debe a que deseo que nuestros edificios
representen la perfección que Dios requiere de su pueblo.
“Pero—dirá alguno—, si el Señor ha de venir tan pronto, ¿por
qué Ud. insta a nuestros constructores a colocar el mejor material
en los edificios que levantan?” ¿Nos atreveríamos a dedicar a Dios
una casa edificada con material ordinario y construida en forma
tan descuidada que corra el riesgo de ser levantada por el viento
fuerte? Nos avergonzaríamos de colocar un material indigno en un