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El Evangelismo
en los primeros días del mensaje fueron bautizados con la verdad
de la pronta venida del Señor? Se han dado instrucciones según las
cuales la verdad debe volver a los estados del Este, donde comen-
zamos primero nuestro trabajo y donde tuvimos nuestras primeras
experiencias. Debemos realizar todo esfuerzo posible por llevar el
conocimiento de la verdad a todos los que quieran oír, y hay mu-
chas personas que oirán. En todas nuestras grandes ciudades Dios
tiene almas interesadas en la verdad. Hay una gran tarea que debe
realizarse en los estados del Este. Repetid el mensaje, repetid el
mensaje, son las palabras que se me han dicho una vez tras otra. Dí
a mi pueblo que repita el mensaje en los lugares donde se predicó
por primera vez, y donde una iglesia tras otra se puso de parte de la
verdad, y donde el poder de Dios testificó en favor del mensaje en
una forma notable.—
Manuscrito 29, 1909
.
Las ciudades del este y del sur
El mensaje debe llegar a las ciudades y los suburbios
—Ahí
están Nueva York y las populosas ciudades aledañas; ahí están Fila-
delfia, Baltimore y Washington. No necesito enumerar todos estos
lugares, porque vosotros sabéis cuáles son. El Señor desea que pro-
clamemos el mensaje del tercer ángel con poder en esas ciudades.—
Manuscrito 53, 1909
.
Filadelfia: la agitación proporciona oportunidades de ac-
ción evangelística
—Hay que trabajar en Filadelfia y en otros lugares
importantes. Los evangelistas deberían llegar a todos los lugares
donde hay mentes agitadas por el asunto de la legislación dominical
y por la enseñanza de religión en las escuelas públicas. El descuido
de los adventistas de aprovechar estas oportunidades providenciales
para presentar la verdad, angustia mi corazón y me mantiene des-
pierta noche tras noche.—
The Review and Herald, 20 de abril de
1905
.
En la capital nacional
—He estado escribiendo mucho acerca
de la necesidad de realizar esfuerzos más decididos en la ciudad de
Washington... Washington, la capital de los Estados Unidos, es el
lugar por excelencia donde la verdad debería brillar.—
Carta 132,
1903
.