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El Evangelismo
Es tiempo de despertar a los guardianes
—Nuestras ciudades
deben ser trabajadas... Se necesita dinero para proseguir la obra
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en Nueva York, Boston, Portland, Filadelfia, Búffalo, Chicago, San
Luis, Nueva Orleáns, y en muchas otras ciudades. En algunas de
ellas la gente fue poderosamente conmovida por el mensaje que se
dio de 1842 a 1844, pero en los últimos años se ha hecho muy poco
en comparación con la obra grandiosa que debería estarse llevando a
cabo. Y parece que es difícil lograr que nuestro pueblo experimente
una preocupación especial por la obra en las ciudades populosas.
Me dirijo a nuestros hermanos que han oído el mensaje durante
muchos años. Ya es tiempo de despertar a los guardianes. He gastado
mis fuerzas en la tarea de dar los mensajes que Dios me ha confiado.
La carga de las necesidades de nuestras ciudades ha descansado tan
pesadamente sobre mí que en ciertas oportunidades me he sentido
morir. Quiera el Señor conceder sabiduría a nuestros hermanos para
que sepan llevar a cabo la obra en armonía con la voluntad del
Señor.—
Manuscrito 13, 1910
.
Millones han de oír el mensaje
—Debe trabajarse en las ciuda-
des. Los millones que viven en estos centros congestionados han de
oír el mensaje del tercer ángel. Esta obra debiera haberse desarrolla-
do rápidamente durante los últimos pocos años.—
The Review and
Herald, 5 de julio de 1906
.
Oportunidades especiales para la evangelización
En acontecimientos que congregan a mucha gente
—Se me
ha dicho que a medida que nos aproximemos al fin habrá gran ha-
cinamiento de gente en nuestras ciudades, tal como ha ocurrido
recientemente en San Luis, y que en vista de eso hay que hacer
preparativos para presentar la verdad a esas muchedumbres. Cuando
Cristo estuvo en el mundo aprovechó tales oportunidades. Donde-
quiera que la gente se reunía en grupos numerosos con cualquier
propósito, allí se escuchaba su voz, clara y distinta, dando su mensa-
je. Y como resultado de esto, después de su crucifixión y ascensión,
miles de personas se convirtieron en un solo día. La semilla sembra-
da por Cristo penetró profundamente en sus corazones y germinó, y
cuando los discípulos recibieron el don del Espíritu Santo, entonces
reunieron la cosecha.