Página 373 - El Evangelismo (1994)

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Obra personal
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parecía tan solemne que no podía dormir. El próximo día notificó
a su empleador que no podía trabajar más para él. Durmió tan sólo
poco durante tres noches. Estaba feliz, muy agradecido de que el
Señor le hubiera dado evidencias de su perdón y amor.—
Carta 59,
1886
.
Uso eficaz de las publicaciones
—Había un hombre a quien
apreciábamos mucho, juntamente con su familia. Le gustaba leer y
poseía una granja grande donde cultivaba las naranjas más escogidas
y los mejores limones, y también otras frutas. Pero no se afirmó en
la verdad en el comienzo, de modo que llegó el momento cuando la
abandonó. Me hablaron de esto. Durante la noche el ángel del Señor
parecía estar junto a mí, diciéndome: “Ve a ver al Hno.—; llévale tus
libros porque esto salvará su alma”. Lo visité llevando algunos de
mis libros grandes. Hablé con él como si él estuviera con nosotros.
[331]
Le hablé acerca de sus responsabilidades. Le dije: “Hermano mío,
Ud. tiene grandes responsabilidades. Considere a todos sus vecinos.
Ud. es responsable de cada uno de ellos. Ud. conoce la verdad, y si
la ama y la vive con integridad ganará almas para Cristo”.
Me miró en forma extraña, como si quisiera decirme: “Yo no
creo que Ud. sabe que he abandonado la verdad, que he permitido
a mis hijas asistir a los bailes y a la escuela dominical, y que no
guardamos el sábado”. Pero yo lo sabía. Sin embargo, le hablé como
si él estuviera con nosotros. Le dije: “Le ayudaremos a comenzar a
trabajar por sus vecinos. Deseo obsequiarle algunos libros”. Dijo:
“Tenemos una biblioteca donde conseguimos los libros”. Le contesté:
“No veo ningún libro aquí. Tal vez sus escrúpulos no le permiten
pedir los libros prestados en la biblioteca. He venido para obsequiarle
estos libros, para que sus hijos puedan leerlos, y porque esto los
fortalecerá”.
Nos arrodillamos y oramos, y cuando nos levantamos, él dijo
mientras las lágrimas corrían por su cara: “Me alegro porque Ud. ha
venido a verme. Le agradezco por los libros”.
La próxima vez que lo visité, me contó que había leído una parte
de
Patriarcas y Profetas.
Dijo: “Yo no podría cambiar ni una sola
sílaba. Cada párrafo habla directamente al alma”.
Pregunté al Hno.—-cuál de mis libros grandes consideraba él
el más importante. Contestó: “Los presté todos a mis vecinos, y el
hotelero piensa que el
Conflicto de los Siglos
es el mejor. Pero—