Página 391 - El Evangelismo (1994)

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El instructor bíblico
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Cada uno tiene su propia lámpara que mantener encendida. Mu-
cho más luz brilla de esa lámpara en la senda del descarriado que la
que podría dar toda una procesión de antorchas dispuestas para un
desfile y espectáculo público. ¡Oh, que obra podría realizarse si no
nos esforzáramos más allá de lo que podemos hacer!
Enseñe esto, hermano mío. Hay muchos caminos que se abren
delante de Ud. Hable a la congregación cuando quiera que pueda
hacerlo; utilice toda la influencia que pueda ejercer en su asociación
con los demás para introducir la levadura en la masa. Cada hombre y
cada mujer tiene una obra que hacer para el maestro. La consagración
personal y la santificación a Dios se llevará a cabo mediante los
métodos más sencillos, antes que por medio de la exhibición más
imponente.—
The Review and Herald, 9 de mayo de 1899
.
Clases bíblicas dirigidas por mujeres en los congresos
Nuestros congresos han de ser dirigidos de tal manera que sean
escuelas para la educación de los obreros. Necesitamos tener una
mejor comprensión de la división del trabajo, y educar a todos para
que sepan cómo realizar cada parte de la obra con éxito. Dense
cortos discursos, y entonces realícense clases bíblicas. Esté seguro
el orador de fijar la verdad en las mentes. Las mujeres inteligentes,
si son verdaderamente convertidas, pueden realizar una parte en esta
obra de dar clases bíblicas. Hay un amplio campo de servicio para
las mujeres, así como para los hombres.—
Carta 84, 1910
.
La preparación y la base cultural
El valor de obreros bien preparados
—Dios pide obreros; pe-
ro él necesita a las personas que estén dispuestas a someterle su
voluntad, y que enseñarán la verdad como es en Jesús. Un obrero
que ha sido preparado y educado para la obra, que es dirigido por el
Espíritu de Cristo, realizará mucho más que diez obreros que salen
con un conocimiento deficiente y con una fe débil. El que trabaja en
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armonía con el consejo de Dios, y en unidad con los hermanos, será
más eficiente para hacer bien que diez personas que no se percaten
de la necesidad de depender de Dios y de actuar en armonía con el
plan general de la obra.—
The Review and Herald, 29 de mayo de
1888
.