Página 402 - El Evangelismo (1994)

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El Evangelismo
transfigurados por su gracia, en “la hermosura de Jehová nuestro
Dios”. Al mirarlos con esperanza, inspiraba esperanza. Al saludar-
los con confianza, inspiraba confianza. Al revelar en sí mismo el
verdadero ideal del hombre, despertaba el deseo y la fe de obtenerlo.
En su presencia, las almas despreciadas y decaídas se percataban de
que aún eran seres humanos, y anhelaban demostrar que eran dignas
de su consideración. En más de un corazón que parecía muerto a
todas las cosas santas, se despertaron nuevos impulsos. A más de
un desesperado se presentó la posibilidad de una nueva vida.—
La
Educación, 75, 76 (1903)
.
Fervor y poder para convencer
—Y al escuchar los hombres
y las mujeres las verdades que salían de sus labios, tan diferentes
de las tradiciones y dogmas enseñados por los rabinos, la esperanza
brotaba en sus corazones. En su enseñanza había un fervor que hacía
penetrar sus palabras en el corazón con poder convincente.—
Obreros
Evangélicos, 196 (1905)
.
Irradiar vida y gozo
—Cuando pasaba por pueblos y ciuda-
des, era como corriente vital que derramara vida y gozo por todas
partes.—
El Ministerio de Curación, 13 (1905)
.
Debemos estar gozosos. Dios no quiere que haya aquí ningún
rostro desapasible; el Señor no quiere que nadie esté sombrío y triste;
desea que levantéis vuestro rostro hacia él y le permitáis derramar
sobre él el brillo de la luz del Sol de justicia.—
Manuscrito 42, 1894
.
Cristo enseñaba con autoridad
—Pero aunque su enseñanza
era sencilla, hablaba como persona investida de autoridad. Esta ca-
racterística ponía su enseñanza en contraste con la de los demás.
Los rabinos hablaban con dudas y vacilación, como si se pudiese
entender que las Escrituras tenían un significado u otro exactamente
opuesto. Los oyentes estaban diariamente envueltos en mayor in-
certidumbre. Pero al enseñar, Jesús presentaba las Escrituras con
autoridad indudable. Cualquiera que fuese el tema, lo exponía con
poder, con palabras incontrovertibles.—
El Deseado de Todas las
Gentes, 218 (1898)
.
El deseo de salvar a los pecadores
—El mismo intenso deseo
de salvar a los pecadores que señaló la vida del Salvador debe señalar
la vida de sus verdaderos seguidores.—
Testimonies for the Church
7:10 (1902)
.